Reportaje

El truco de la boca agua de Johanna Baricot

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photo_camera Un hilillo de chocolate fundido centra este detalle de un postre retratado por Johanna Baricot (JOHANNA BARICOT)
La fotografía gastronómica guarda el secreto que hace que nos enamoremos de un plato a través de una imagen. En Ourense, Johanna Baricot se ha especializado en esta disciplina, y destaca que detrás de cada bodegón hay mucho trabajo invisible.

En estas fotos, nada es casualidad. El hilo de chocolate que se desliza sensualmente hacia la curvatura de la taza está milimétricamente calculado, y cada una de las fresas ha pasado por un riguroso cásting de piezas de fruta. "El objetivo de todo este trabajo es mostrar al futuro comensal cuál va a ser la experiencia que va a vivir", explica la autora de las imágenes, la fotógrafa venezolana establecida en Ourense Johanna Baricot._img_0072

Su especialidad es la fotografía gastronómica, un camino profesional que lleva un paso más allá la tendencia natural de cualquier usuario de Instagram al sentarse en un restaurante. "Esas fotos orgánicas están bien, pero una fotografía profesional cuenta una historia: evocas la mesa de la abuela, o la luz matinal del desayuno…", comenta Baricot, que habla de su profesión con cariño y calidez.

Baricot se dedica a la fotografía desde hace diez años, pero se interesó por la fotografía gastronómica durante el confinamiento. Antes de eso, retrataba familias o bodas. ¿La diferencia? "El proceso es más íntimo y reposado -destaca-; en una sesión tienes un límite de tiempo y en una boda todo ha de ser súper rápido, pero con un plato puedes probar, quitar, ser creativo… total, ¡el plato no se va a quejar", bromea la fotógrafa.

La preparación

En estas fotos, nada es casualidad, pero aún así Baricot reivindica la naturalidad. En su trabajo busca evitar esa sensación que muchos han vivido al llegar a una cadena de fast-food, pedir una hamburguesa y descubrir que no es ni la mitad de grande o lustrosa que aquella foto tan sexy que luce sobre el mostrador. "Antes había mucho maquillaje, y se utilizaban sustitutos que lucen mejor en cámara que la comida real, pero en comercios pequeños o medianos tratamos de trabajar para que sea lo más real posible", explica.

La tendencia hoy, continúa, es elegir los elementos más bonitos, pero sin distanciar al modelo del plato que probará el cliente para así -dice Baricot- evitar la decepción. Entre otras modas que la profesional detecta en el sector está, por ejemplo, trabajar con planos cerrados o jugar con el movimiento. "Se trata de transmitir al cerebro sensaciones como "jugoso", "dulce" o "sabroso" a través de la imagen", apunta.

Queda una última pregunta: ¿con toda esa comida qué se hace después de la foto? "¡La mayoría me lo como!", confiesa, especialmente aquello que prepara ella mima. "Me encanta comer, pero -advierte- tendré que caminar, ¡porque si no con esta profesión voy a salir rodando!". 

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