EN LA CIUDAD

El último maestro relojero de la ciudad es de As Caldas

Ourense 16/3/18
Entrevista al joyero Óscar Pérez

Fotos Martiño Pinal
photo_camera Óscar Pérez Mazaira, maestro relojero con un local den avenida de As Caldas.

En pleno barrio de A Ponte  tiene su cuartel general el último maestro relojero de la ciudad, Óscar Pérez, capaz de resolver los problemas de los relojes de iglesias, concellos o empresas.

El siglo pasado era todavía relativamente fácil encontrarlos, pero a día de hoy ya sólo queda un maestro relojero en la ciudad, capaz de enfrentarse con conocimiento de causa a los entresijos de los viejos relojes que pueblan las iglesias parroquiales, pero también los concellos, las empresas o las plazas de abastos. "Empecé desde pequeñito a trabajar con relojes, con mi padre, Francisco Pérez Álvarez, y mi tío, Salvador, que después se fue a Vigo, y me quedé yo aquí con la tienda", recuerda. "Hasta hace unos años, que yo sepa, éramos sólo dos en Ourense, yo y Amorós Arjiz, que falleció", añade.

"Uno de los últimos trabajos que hicimos desde aquí, fue arreglar y poner de nuevo a andar el reloj de la Plaza de Abastos de A Ponte", señala Óscar Pérez Mazaira, que regenta la joyería Peares, en avenida de As Caldas, su cuartel general.

El reloj fue finalmente trasladado a la Plaza de Abastos número 1, donde permanece todavía, hasta que se le dé uso a la infraestructura del barrio pontino. También arregló, "hará un par de años o así", el de la Plaza de Abastos número 1. Unas tareas de reparación que pueden llevar "una tarde o tres días, depende del problema que tenga".

No son los únicos que ha puesto a punto en los últimos tiempos. "Hará tres meses que trabajamos en el de Salesianos y estamos pendientes de arreglar el de la parroquia de Xunqueira de Ambía", informa. Y también recibe encargos de fuera de la provincia. "La semana pasada fuimos a Santiago, a arreglar un reloj de Abanca, y hemos trabajado con otros instalados en Ferrol o en Citroën de Vigo".

Y el de la Torre del Parque San Lázaro, "que no se ve, pero hasta hace unos años tocaba, también era nuestro; es electrónico, claro".

Reconoce que los que pueden arreglar este tipo de relojes, que pueden alcanzar los 100 -como el de la parroquia de Seixalbo acaba de cumplirlos- o 200 años, "somos contados". Y es que este apasionado de los entresijos de los viejos relojes públicos no duda en asegurar que "duran prácticamente toda la vida, con su mantenimiento correspondiente", aunque certifica, algo triste, que "cada vez hay menos gente en los pueblos que puede subir al campanario a darle cuerda a estos relojes periódicamente y esto hace que los cambien por otros electrónicos, que requieren un mantenimiento mucho menor".

En todo caso, se declara un apasionado de los viejos mecanismos. "Estoy chapado a la antigua y prefiero el reloj mecánico al electrónico. El de toda la vida, si tiene un eje roto u otra pieza, se le cambia y ya está, mientras que los electrónicos, aunque es cierto que están ya automatizados, también tienen sus problemas".

En este sentido, apunta a las tormentas y los ratones, "que te pueden pasar una y otra vez por los cables de conexión", señala Pérez Mazaira, como dos de los grandes peligros de estos relojes de gran formato, controlados electrónicamente.

Aunque es cierto que "a día de hoy, en más de una ocasión tienes que crear tus propias piezas, porque no hay ya empresas que las suministren, como existían en su tiempo, que lo pedías a la fábrica; eso desapareció, pero yo me divierto haciéndolas, es donde más disfruto, aunque me tire horas", afirma sin dudar.

El reloj público que más le costó arreglar, o así lo recuerda, "fue uno en Bueu, que era el del Concello, y hasta que no nos dimos cuenta de cual era el componente electrónico que fallaba... nos llevó su tiempo".

Pero quedó listo para otros tantos años. Ese es el reto para este ourensano de la añada del 71 que vivió entre engranajes desde su infancia y los ha convertido en su gran pasión: es el último "artesano del tiempo" y, si algún concello o parroquia le necesita, se le encuentra en As Caldas.

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