"Vine y me enamoré de Pontedeva"

Al entrar en Pontedeva, lo primero que se ve es el tanatorio, uno de los pocos servicios que todavía quedan en este concello de 494 habitantes, quienes tienen que acudir al vecino Cortegada para realizar trámites bancarios o llenar de gasolina sus coches. Tampoco tienen colegio, aunque un autobús lleva y trae a los más pequeños a la escuela de Crespos, a unos cinco kilómetros. El orgullo de Pontedeva es su nuevo centro de salud, inaugurado en 2017, que se complementa con una única farmacia, donde hay una sorpresa. Desde hace un mes hay un nuevo farmacéutico en el concello, que hizo más de 800 kilómetros para encontrar su nuevo hogar. “Vine y me enamoré del pueblo”, afirma José Manuel Valero, quien a sus 38 años dejó su Sevilla natal tras conocer los encantos gallegos gracias a una boda. De Pontedeva le gusta sobre todo la tranquilidad y calidad de su gente, aunque echa de menos algún servicio más para llenar el tiempo de ocio. En un principio se instaló en Vigo, aunque finalmente encontró por internet esta farmacia a la venta y no dudó en comprarla. Los pocos habitantes que resisten en el pueblo son casi todos de avanzada edad, y es que la natalidad está bajo mínimos, pero parece que pronto los visitará la cigüeña. David Varela regresa a casa tras comprar un test de embarazo, aunque está casi seguro del resultado porque su pareja presenta todos los síntomas de la gestación. Lo único que le preocupa de criar a un niño en este lugar es la falta de guarderías, así como la escasez de otros menores con los que su primogénito pueda jugar. “O problema é a gardería, se tes que ir a traballar, ¿onde deixas ó neno?”, afirma. Su pareja tiene otro hijo, de 11 años, con quien David juega al fútbol y pasea en bicicleta ante la falta de compañeros de su edad. Con todo, está feliz en el pueblo al que llegó hace cerca de un año por amor y no echa de menos su Ponteareas natal. “A min esto gústame, pero hai cousas como os bancos, cousas de primeira necesidade que botas de menos, por exemplo se quedas sen gasolina tes que coller o coche e desprazarte ata Cortegada”, subraya. En Pontedeva los escasos negocios suelen ser de largo linaje, como la tienda de ultramarinos, que ahora regenta María del Carmen Araújo, como antes hicieron sus padres y sus abuelos. “A xente vella vai faltando e a nova vaise á cidade, aquí quedamos poucos”, concluye resignada. Antonio Meleiro no descansa de su trabajo en la huerta ni en fin de semana, y lo hace con la alegría de vivir en un lugar que conoce de toda la vida y en el que se siente a gusto, aunque considera necesario un servicio de taxi. “Un taxi non viña mal, porque hai xente maior, o 80% do concello máis ou menos somos maiores”. Echa en falta más vecinos jóvenes -”aquí somos catro vellos”-, a pesar de que los fines de semana y los meses de verano la población se dispara con el retorno de muchos locales que migraron a Ourense y Vigo en busca de un trabajo.