Xurde, la segunda familia en forma de un centro de día para jóvenes en Ourense

Desde 2008, el centro Xurde se ha convertido en el segundo hogar de numerosos niños y adolescentes de 3 a 18 años de la provincia. Gestionado por Cáritas, recibe a jóvenes derivados del servicio de Menores de la Xunta de Galicia. Hay muchos perfiles, pero los motivos de ingreso son similares: problemas de conducta y habilidades parentales deficitarias. “Cuando están aquí con nosotros diariamente es cuando realmente vemos qué hay detrás de cada niño y de cada familia”, explica Sara Mera, una de las cinco educadoras sociales de Xurde. Actualmente, el centro atiende a nueve jóvenes, aunque dispone de 13 plazas. “Hay épocas con menos demanda, pero normalmente estamos completos”, detalla. La atención es integral, ya que se cubren todas las necesidades de los niños (sanitarias, de ropa, de alimentación, escolares, actividades deportivas o terapia psicológica, entre otras). “Se los deriva aquí porque se pueden quedar en sus casas a dormir, la siguiente opción de este tipo sería un centro residencial de protección de menores”, apunta. En el horario del centro -de 8,00 a 20,00 horas- los jóvenes son responsabilidad de los educadores, que están en contacto continuo con las familias y con la Xunta. Habitualmente, acuden de lunes a viernes a Xurde, aunque en ciertos casos también asisten algún sábado. "No es una cárcel" Cuando un niño entra en el centro, el equipo establece con él una serie de objetivos. “Intentamos trabajar en base a las carencias que observamos, en el joven y en su familia, y también en base a lo que él quiere cambiar”, explica Yasmin Do Carmo, otra de las educadoras. “Cuando llegan aquí piensan que esto va a ser una cárcel, y luego reconocen que no es lo que esperaban. Siempre parecemos los malos”, reconoce Mera. Xurde no siempre es el mejor recurso para todos los menores: “Muchas veces entran aquí y nos damos cuenta de que esto no es para ellos”. Los que se quedan, entran a formar parte de la rutina diaria. Durante el curso escolar, llegan al centro después de las clases. “Comemos todos juntos, tenemos cocineras aquí y los menús los hace una nutricionista. Queremos asegurarnos de que, al menos una comida al día, es saludable”, señala Do Carmo. Por la tarde, toca apoyo escolar, excepto los viernes, que suelen dedicarlo al ocio. En verano, llegan a primera hora. Por la mañana, repasan lecciones del colegio, y por la tarde, hacen actividades de todo tipo: “Un día de verano nos vamos de excursión. Muchos no conocen los alrededores de la ciudad o nunca han ido a la playa”. El trabajo se realiza con los menores, pero también con sus padres o abuelos El objetivo del equipo de Xurde no es solo trabajar con los menores, sino también con sus familias. “Les damos pautas para que luego sean ellos los que las mantengan en casa”, explica Do Carmo. De hecho, las educadoras están en contacto continuo con los padres o abuelos de los niños. La tipología de los hogares es variada, aunque no suele responder al esquema tradicional (madre-padre): “Hay muchas familias monoparentales, muchos niños que están en acogimiento por sus abuelos…”. La estancia media en el centro es de dos años, aunque podría llegar a tres. “Pero más de tres nunca, porque si a partir de ahí la familia no puede controlarlos, es que este no es un recurso para ellos”, señala Mera. Escuchar El equipo de Xurde escucha las demandas y propuestas de los menores. “Tenemos una asamblea al mes para que nos digan qué cosas cambiarían y lo hacemos en la medida en la que es posible”, apunta Do Carmo. “Si hay algún problema en el grupo, si se rompe o se estropea algo del centro, también lo hablamos entre todos para que entiendan que hay que cuidar las cosas”, detalla Mera. Del mismo modo, cuando van a salir de excursión, los jóvenes hablan de sus preferencias: “Quizás quieren ir a escalada, o a un scape room, así que intentamos hacerlo”. Por otra parte, también se fomenta la responsabilidad individual. “Les damos una paga semanal. A los más pequeños les solemos comprar algún detalle a la semana, o ellos deciden ahorrarlo para comprarse algo. Y a los adolescentes, les damos el dinero directamente. Es una forma de que aprendan a administrarse”, explican las educadoras.