Yuriy y Oksana, desde Coles: "Llevamos una semana sin dormir, ahora toca ayudar”

Oksana y Yuriy Lykhogray son vecinos desde hace 14 años de la aldea de Belesar (Coles). Son gallegos, pero ya lo eran antes de venir, pues ambos son oriundos de la región histórica de Galitzia, situada en el oeste de Ucrania, en concreto de Leópolis, cerca de la frontera con Polonia. Están viviendo uno de los momentos más difíciles de su vida, pero han decidido no quedarse quietos y, desde ayer, están implicados en la recogida de alimentos y enseres básicos para enviar a sus compatriotas. Están recogiendo a través de concellos, asociaciones y empresas para organizar varios tráilers que irán saliendo los próximos días con los artículos más demandados. La base central están en la sede de Protección Civil de Coles, donde recogen de 15,30 a 19,30 horas todos los días hasta el 9 de marzo. “Todos esos pañales nos lo ha dado una residencia de O Viso”, señala este ucraniano movilizado para conseguir recursos. “Mi sobrino que está en Protección Civil allí me dice que necesitan cascos con focos, para las noches”, añade. Además, tiene otros dos sobrinos en las milicias, entrenado y esperando armas. Su vida ha sido un cambio continuo. Oksana, él y su hija encontraron la estabilidad en una pequeña aldea ourensana. Nacieron en Ucrania, pero vivieron siete años en Alemania, donde no le renovaron los convenios y tuvieron que volver a su país, a una casa al lado del Mar Negro, donde la mayoría de gente era rusoparlante y no se sentían del todo a gusto. Después se fueron a Polonia, pero acabaron marchando. “No nos gustaba el tiempo, nos quedamos atrapados en una tormenta de nieve”, relata Yuriy. Aprovecharon el contacto de una hermana suya que vivía en Madrid e hicieron las maletas: “Aquí era sol y buen tiempo, y me enamoró el verde de Galicia, era como Ucrania, como mi Galitzia”. Él es albañil y ella empleada del hogar, ambos autónomos. Un hijo está en Alemania, otra en Galicia, y parte de la familia en Ucrania. Yuriy confiesa que lleva “una semana sin poder dormir, hablo con mis compatriotas y me cuentan unas cosas, veo la televisión y cuentan otras y yo ya no sé qué pensar”, relata Yuriy, con la bandera ucraniana en el brazo, mientras pasa lista a lo que necesitan. En Leópolis “hubo algún bombardeo pero allí la gente todavía no ha huido. Aguanta en casa porque al estar cerca de la frontera aún tienen margen. La sobrina de mi mujer no puede salir con los niños, porque tienen dos abuelas mayores que no pueden moverse y en la bodega hicieron un búnker donde duermen y cocinan. Por eso son importantes los pañales para los mayores”. Yuriy y Oksana, ayer con los voluntarios (ÓSCAR PINAL). Cuenta que en su ciudad “no hay pánico, están aguantando” y que hay optimismo en frenar a los invasores rusos. “Hablo con mis sobrinos y con todos y lo que me dicen es que hacen falta armas, necesitan muchas armas. Tenemos un tanque por 20 de ellos”. Tiene allí cuatro sobrinos. Uno de ellos, de la familia de Oksana, tiene 18 años y lucha en Lugansk (en el este, en pleno Donbás) “aguantando línea”. La familia le cuenta que “falta armamento contra tanques, helicópteros y aviones. Gente tenemos, pero faltan armas”. Pide una implicación de todos y lanza una advertencia: “Putin solo está usando Ucrania como campo de entrenamiento. Si le dejan, acabará entrando y amenazando a otros países. Hay que cerrarle todos los grifos. Nosotros cedimos hace casi 30 años misiles, armamento nuclear y todo a Rusia. Y cuando haces un pacto con el diablo puede acabar pasando esto. Y vosotros no le creíais, con el diablo no se puede hacer un trato”. Mientras reflexiona, se queda con lo importante: “Necesitamos ayuda y aquí estamos para el que quiera dar algo”.