Zuraima Martínez, charlar en torno a una mesa de té, un modo de vida a la guariqueña

Originaria de un estado central de Venezuela que tiene forma de corazón, Zuraima Martínez, algo más que empleada de un Salón de te, palpita toda ella al hablar del negocio que regenta

Recibe Zuraima Martínez muy educada en el Salón de te de su familia, dispuesta a hacer eso que por otro lado vende día tras día como una experiencia en un lugar acogedor. Una cita, una música agradable de fondo, predisposición a la plática y buena compañía. A Tea and Nature, el establecimiento que regenta, solo le faltan camas. El negocio es propiedad de su hermana y su cuñado, un venezolano hijo de gallegos que “estaban enamorados del te y del café americano”, comenta, y que tras una larga estancia en Oriente emprendieron esa fusión empresarial teniendo en mente Ourense por el pasado familiar. “Lolita, la mamá de mi cuñado es el lazo”, puntualiza Zuraima.

El origen de esta venezolana se encuentra en San Juan de los Morros, la capital del Estado Guárico “donde están nuestras reses, nuestros llaneros”, aclara. Comenta Zuraima que en los últimos veinte años se ha multiplicado la inseguridad, la dificultad para conseguir un buen empleo, y que a diferencia de Caracas, esta zona sufre las consecuencias de la centralización. “La engería eléctrica es precaria, el suministro de agua es de baja calidad, no hay servicio de internet…”, explica a modo de ejemplo para concluir “es muy difícil vivir en una neodictadura”.

Ideario en el poso del té

No se habla más de los trágicos tiempos pasados. Si algún recuerdo queda del otro lado del océano, durante el ritual del te se olvida, queda por descubrir si se debe a algún brevaje de los que preparan, o al entusiasmo de hablar de un proyecto que le apasiona. Zuraima es gentil, “yo sueño con los modales”, confiesa, a la par que reconoce que se deja llevar por un atribuido afán de reeducar a la clientela en los saludos y las buenas maneras. “Buenos días, digo siempre”, y explica cómo a fuerza de sonrisas baja las revoluciones del que viene a toda pastilla exigiendo el café. Presume eso sí de variedad de clientes. Desde un niño autista que viene todos los jueves que da nombre a los gofres, “Mati, se llama, es una bendición cuando entra”, hasta otro infante “de noventa años que es un pan de dios aunque al principio nos parecía un cascarrabias”. 

De su nueva ciudadanía

Durante cuarenta minutos de conversación Zuraima Martínez transmite optimismo a raudales. Destaca el trabajo de floricultura “espectacular” por temporadas de la ciudad. “Ourense es un jardín grande”, ensalza. Habla de un te de burbujas que sirven y que es originario de Singapur, “cuando las tomas explotan en la boca y tienes una combinación de sabores al paladar exquisita”, maravilla. Y conversa sobre la tribu que forman los que trabajan allí. “ Entre todos formamos un gran equipo ¿verdad gordo?”, se reafirma con un empleado que la acompaña. “Para nosotros es un modo de vida, existe la colaboración y el respeto”, manifiesta.

Zuraima es solícita en respuestas, y no hay oscuridad en ella, aunque llama la atención su preocupación por la salud. Fue uno de los principales motivos por los que abandonaron Venezuela, y es lo que pediría al genio de la lámpara si se le apareciese. “El vicio de fumar está muy arraigado aquí”, comenta. Se notan en estas declaraciones las horas de hostelería viendo el trasiego que provocan humos y colillas, que rompen un decorado armónico y zen. Pero en línea con su espíritu no beligerante añade que aboga por la libertad de las personas, aunque “la gente se compre el cáncer desde muy jóvenes”.

“Estamos en un lugar ajeno pero poco a poco lo podemos hacer nuestro”, comenta Zuraima acerca de Ourense, una ciudad que considera agradable y que apenas está conociendo debido al tiempo dedicado a lo laboral. “Sabe de la matanza, las filloas, los chorizos y cómo queda eso”, se disculpa aludiendo a los conocimientos de su hermana. Al igual que sucedía en ‘Friends’, aquella exitosa sitcom americana en la que un grupo de amigos se reunía constantemente en un café e incorporaba al poco agraciado encargado en pequeñas subtramas, Zuraima adoptaría el papel de ese camarero, discordante eso sí en pelo, belleza y sonrisas, pero siempre dispuesta a entablar conversación, y si la dejan, amistad, con aquellos que se sientan en las mesas de la tetería.

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