CONTINÚA SU LUCHA

Las Abuelas de Plaza de Mayo renuevan sus esperanzas para hallar a otros 400 nietos

Con la reciente restitución de la identidad del nieto de Carlotto, ya son 114 los jóvenes recuperados gracias al trabajo de la institución

"Las Abuelas (de Plaza de Mayo)" nos han dejado un camino recorrido que es muy importante y que tenemos la necesidad de continuar", dice a Efe Gabriel Corvalán Delgado días después de que la titular de la asociación, Estela de Carlotto, abrazase por primera vez a su nieto Guido tras 36 años de búsqueda.

Al comenzar 2006, su hermana Mariana y él se enteraron de que su madre, secuestrada en 1977, estaba embarazada en el momento en que irrumpieron en su casa y se llevaron también al padre.

"¿Cómo? ¿Ustedes no eran tres?", le dijo a Gabriel un compañero de trabajo de su papá y así empezaron a reconstruir una parte de su historia, para decirle a su hermano o hermana que todavía lo están buscando, como a otros casi 400 bebés apropiados durante la última dictadura argentina (1976-1983).

Con la reciente restitución de la identidad del nieto de Carlotto, ya son 114 los jóvenes recuperados gracias al trabajo de la institución.

Muchos de ellos, como le pasó a Guido Montoya Carlotto (criado con el nombre de Ignacio Hurban), tienen una pequeña duda, una intuición de que su origen no es el que le relataron desde pequeños y esa sospecha que les da vueltas hace que se acerquen a Abuelas.

La noticia de la aparición de Guido conmovió a Argentina, recorrió el mundo y provocó un aluvión de consultas y denuncias en la entidad y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), donde se triplicaron las llamadas solo en un día.

La explosión de estos contactos sucede cada vez que hay un nuevo joven recuperado o una campaña de difusión, pero el efecto del nieto de Estela llevó a la institución a redoblar los esfuerzos para atender llamadas y correos electrónicos.

Los nietos recuperados o los demás hijos de desaparecidos que aún buscan hermanos muchas veces colaboran con la entidad, como es el caso de Adriana Metz, cuya madre fue secuestrada cuando estaba embarazada de cinco meses.

Criada por sus abuelos, empezó la búsqueda de sus padres y del hermano que tendría que haber nacido y llegó así a la sede de Abuelas en la ciudad de Mar del Plata, a unos 400 kilómetros de Buenos Aires.

Con el tiempo, empezó a trabajar en el área de prensa de esa filial y, por un tiempo, se mantuvo alejada del área de Presentación Espontánea, que recibe a las personas que llegan con dudas sobre sus orígenes, por ser familiar de desaparecidos.

"Un día sonó el timbre, vino una persona que dijo que nació en 1978 y tenía dudas sobre su identidad. Estaba ahí y yo estaba ahí y arranqué a tomar los datos", relató a Efe.

Fecha de nacimiento, nombre, datos de quienes lo criaron y ocupación constituyen, según Metz, la información con la que comienza la búsqueda.

De allí, la persona va a la Conadi, desde donde también se autoriza al Banco Nacional de Datos Genéticos a hacer la extracción de sangre y comenzar el análisis de ADN.

"A partir de ese momento les decimos que de tres a seis meses podríamos tener resultados. Tanto negativo o positivo, ese resultado es pura y exclusivamente para la persona que se somete al análisis", describe.

Los hijos de desaparecidos o los nietos recuperados también entienden que son herederos de 37 años de lucha de las Abuelas, a quienes todos han recurrido eventualmente para buscar su ayuda.

"Nosotros tuvimos un acercamiento cuando nos llamaron para ir a buscar unos libros, que conociéramos las historias de las Abuelas y, sin embargo, nos fuimos integrando", recuerda Corvalán sobre su experiencia.

Las Abuelas, sostiene Corvalán, "han dejado casi el camino allanado, porque han empezado casi de la nada misma": encararon una tarea que las llevó desde tratar de identificar a una nieta por un simple lunar hasta impulsar la implementación del análisis genético para la resolución de los casos.

"Cuando las personas son víctimas del tráfico de niños pudieron haber sido compradas, regaladas, abandonadas. La posibilidad de ser hijos de desaparecidos implica que en algún momento fueron deseados y que llevan unos 37 buscados por nosotros. Es distinto", añade Metz.

Por ese motivo, Corvalán insiste en que "la esperanza nunca se pierde", sino que "se renueva en día a día, en cada encuentro". "Por eso estamos acá", concluye. 

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