Con 52 años y tres trasplantes, el logroñés Juan Vicente del Álamo completó ayer una agenda viajera que revienta por las costuras con su última aventura, culminar el Camino de Santiago y acudir a la Misa del Peregrino.

Cuatro corazones y un Camino

De naturaleza amable, Juan Vicente del Álamo era ayer incapaz de contener las lágrimas al pisar la plaza compostelana un cuarto de hora antes de las doce del mediodía, acompañado por su emocionado amigo Miguel Ángel Basurto Sáez, de 49 años, residente en Ezcaray (La Rioja) y que, con ésta, ya ha vivido cuatro veces la experiencia. 'Él (Miguel) lleva cuatro caminos, y yo cuatro corazones en mi cuerpo', fue la primera frase de Juan Vicente, justo a su llegada, y antes de contar que como el suyo sólo hay un caso en todo el planeta, en Estados Unidos.
El primer trasplante de este enérgico peregrino fue a los 30 años, al detectársele una dolencia; el segundo a los 43, después de que unos anticuerpos impidiesen un correcto funcionamiento; y el tercero, el 24 de mayo del año pasado. El pasado 1 de septiembre se casaba su hija pequeña y él tenía que ejercer de padrino. '¿Cómo iba a faltar? Eso me dio mucha fuerza y me agarré a la vida. Fui padrino y ahora he hecho el Camino'.

Antes de esta última operación había perdido toda su calidad de vida. 'Me tenían que duchar e iba del sofá a la cama y viceversa'. Pensaba que ya no había posibilidades, llegaron a plantearle la opción de un corazón artificial y él mismo le comentó al doctor Gregorio Rábago, responsable del Servicio de Cirugía Cardíaca de la clínica universitaria de Navarra, que descartaba esta opción: 'Le dije, déjeme morir. No quiero más'.

Al final hubo intervención, y, tras ella, enfermó de neumonía. 'Me entubaron. Estuve realmente fastidiado, más para el otro lado que para éste'. Incluso rememora un sueño que tuvo en la unidad de cuidados intensivos pero que en ese momento le pareció real. Se imaginó a sus dos hijas, Cecilia y Ana, una en cada extremo de la cama, y al facultativo que les indicaba, ya no hay solución, quitarle la almohada poco a poco, una por aquí y otra por allí, y cuando terminéis 'se queda y ya'.

'Sin embargo, aquí estoy', sostiene, y confiesa que su nieto, Joel, le espetó 'estás loco' cuando se propuso echarse a caminar, sin prepararse, y con el único anhelo de concienciar a la población sobre la necesidad de donar órganos.

'De algo ha servido, porque todo el mundo ha reaccionado muy bien y decían, en cuanto llegue me hago donante', concreta Juan Vicente, 'Juanvi' entre su círculo íntimo, que pone especial énfasis en la donación de sangre: 'Si no tenemos sangre, la parte de los órganos no valdría para nada'. Donantes de órganos hay 'muchísimos' en este país, 'cada vez más', y el sistema de trasplantes, apunta, es 'un orgullo para nosotros', un modelo que incluso quiere copiar Alemania 'porque funciona de maravilla. En esto sí somos número uno'.

Él ha tenido 'tres oportunidades' pero hay compañeros que se han quedado por el camino al no tener un órgano a tiempo. 'Eso es lo que me ha motivado, seguir incentivando la donación y desterrar la idea de que cuando no te toca cerca parece que no te va a tocar nunca, porque todos estamos metidos en la misma ruleta. Hoy me ha tocado a mí, mañana a otro'.

Su 'camino', el de a pie, empezó el pasado 7 de este mes en Astorga, y los kilómetros han ido variando, los últimos dos días han hecho 20, pero en otras jornadas han llegado a los 25. 'Hace un año por estas fechas me estaban enseñando a andar, ya que con tanto tiempo en la cama no sabía'.

Juan Vicente es creyente y asegura que en su familia ha encontrado la mejor medicina -'es la que se lleva los malos tragos, las malas noticias se las tenían que tragar y poner buena cara'-, y en el deporte una afición con la que ha conseguido premios: ocho veces campeón de Europa de tenis y subcampeón del mundo en Japón en 2001 en el torneo de personas trasplantadas.

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