Hallan puertas ocultas en las proteínas, una revolución para nuevos fármacos

Científicos del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona han desarrollado una nueva técnica con la que han revelado la existencia de "puertas ocultas" que controlan la función de las proteínas.

Estas puertas podrían usarse como diana terapéutica y suponer una revolución para hallar nuevos fármacos contra numerosas enfermedades. El estudio, que publica hoy la revista `Nature`, revela que el número de posibles dianas terapéuticas que hay en la superficie de las proteínas humanas es mucho mayor de lo que se creía.

El método, en el que se llevan a cabo decenas de miles de experimentos a la vez, ha servido para trazar el primer mapa de estas dianas tan difíciles de encontrar, también conocidas como lugares alostéricos, en dos de las proteínas humanas más habituales, lo que ha puesto de manifiesto que son abundantes e identificables.

Según ha explicado el investigador del CRG André Faure, esta nueva técnica "podría cambiar las reglas del juego para descubrir fármacos y dar lugar a medicamentos más seguros, más inteligentes y más eficaces porque permite a los laboratorios de todo el mundo buscar y aprovechar las vulnerabilidades de cualquier proteína, incluso las que se consideraban dianas imposibles".

"No es solo que estos potenciales sitios terapéuticos sean abundantes, sino que hay pruebas que demuestran que se pueden manipular de muchas formas distintas. En lugar de solo activarlos y desactivarlos, podríamos modular su actividad como si fuera un termostato", ha añadido Faure.

El inconveniente de estos fármacos, que también se conocen como fármacos ortostéricos, es que los sitios activos de muchas proteínas son muy similares y, por tanto, los fármacos tienden a unirse e inhibir muchas proteínas diferentes a la vez, y esto puede producir efectos secundarios.

Los autores del estudio abordaron este problema desarrollando una técnica llamada PCA de doble profundidad (ddPCA), que describen como "un experimento a la fuerza bruta".

Los datos obtenidos de los experimentos se introducen en redes neuronales, algoritmos que analizan los datos imitando el funcionamiento del cerebro humano, y crean mapas completos que determinan la ubicación de los sitios alostéricos en la superficie de las proteínas.

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