'Lo importante es que la crisis no nos toque las bolas'

'Lo importante es que la crisis no nos toque las bolas', sentenciaba ayer con humor Manolo, uno de los cerca del millar de asistentes al sorteo de Navidad que dieron muestras de que la vida hay que tomársela con humor, especialmente cuando las cosas se ponen negras. La alegría reinaba en el Palacio de Congresos de Madrid, donde se llevó a cabo por primera vez sin estrecheces este esperado momento, que se repite incansablemente desde hace 198 años.
Vaya juerga había en la sala cuando los niños del Colegio de San Ildefonso cantaron 'el Gordo' pasadas las once de la mañana, un premio que, gracias a la diosa fortuna, ha quedado bien repartido por todo el país. Falta nos hace. Nada ni nadie ha podido con las cerca de 87.000 bolas de madera que giraban en los bombos del sorteo arrojando ilusiones, como bien aventuraba el orondo Manolo, vecino de la localidad madrileña de Leganés, mientras que su mujer se quejaba de que a ella sí que le ha tocado el gordo.

'Mira que eres vulgar, decirle eso a los periodistas', aseveraba la esposa, a la par que por la sala se paseaban los clásicos, entre ellos el jubilado Marcelo, de setenta y tantos años, famoso ya por el diseño de sus disfraces. En esta ocasión, tras diez años de ocurrencias, eligió cubrirse de vistosos ceniceros porque 'en unos días nos van a prohibir hasta fumar y por lo menos nos tenemos que reír'.

A su colega Fernando le vistió de chapas de zumos, que son más saludables que el tabaco y que le facilitó su hijo que, por lo visto, regenta un bar, mientras que a Rufino le tocó un traje cubierto de pesetas que pesa unos 45 kilos. El dinero no da la felicidad y conlleva una enorme carga, y si no que se lo digan a este pobre hombre, que se pasó todo el sorteo sentadito y sudando la gota gorda.

Causó sensación Lis, un trébol de cuatro hojas verde, pero verde, verde, que llegó desde Benidorm por cuarta vez consecutiva y que otros años fue bruja, luego ángel y finalmente hada. Lo que no cambia es un tipo vestido de doña Rogelia, que es de Palencia -'con P, no con V de Valencia', repetía incansable para que no se confundan los periodistas-, es el número de su décimo porque una noche misteriosa soñó con él.

El más simpático fue Belén Esteban, es decir un hombre de 78 años procedente de Cervera (Ávila), que presumía de peluca roja y vestido ceñido de lentejuelas. 'Con lo que gana la Belén Esteban y a mí no me dan ni un duro', ironizó por si tenía suerte y le invitaban a la televisión.

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