OBITUARIO

El inolvidable valor de la amistad hasta el final

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photo_camera Amadeo Guede Fuentes//. José Paz
Amadeo Guede Fuentes

Los grandes proyectos se hacen de letra pequeña. La que escriben personas modestas, sacrificadas y leales sin cuya aportación no hay proyecto ni grande ni pequeño que salga adelante. Atlántico, ese periódico por el que nadie daba un real cuando nació y que lleva en la carretera desde 1987, tampoco ha carecido por fortuna de esos extraordinarios personajes que hacen posible el milagro desde la fidelidad y el compromiso. 

Se nos ha ido Amadeo Guede, dejando atrás una larga y fructífera vida que dedicó a sembrar buena voluntad y cariño en todos sus semejantes. Una vida fecunda, rica en alternativas y pródiga en bondades. Amadeo tenía un concepto tan extraordinario, tan noble y tan generoso de la amistad que concebía sus actos desde esa visión afortunada y sencilla que premiaba el apego y el cariño por encima de cualquier otra cosa. Hacía lo que hacía y nunca pidió nada a cambio.

Todas las jornadas transportaba por la tortuosa N-120 las fotos que se incluirían en el número del día siguiente

Fue por eso, por su concepto noble y sencillo de la amistad como principio y final de las relaciones humanas, por lo que Atlántico pudo valerse en los primeros compases de su existencia, y gracias a su esfuerzo y a su contribución pudo salir a la calle. Así de simple y así de extraordinario. Cuando el periódico Atlántico que se escribía en Vigo y se editaba en Ourense comenzó su histórica aventura, las comunicaciones no estaban en modo alguno tan avanzadas como hoy y transmitir el material gráfico desde el lugar donde se producía la información hasta el taller de montaje y la planta de impresión era una asignatura tan difícil de aprobar que en los primeros años teníamos que enviarlas  por carretera hasta que el sistema se perfeccionó lo suficiente como para llegar al punto de destino con la calidad  y la nitidez necesarias para  reproducirse en una rotativa .

Y ahí estuvo Amadeo. Amigo sincero y comprometido del editor José Luis Outeiriño, -del que fue compañero incondicional hasta su último día  en los momentos buenos, en los momentos mejores y en los momentos  malos-  todas las jornadas transportaba en su coche  por la tortuosa carretera N-120 las fotografías que se incluirían en el número del día siguiente en un envío que partía de Vigo y llegaba a las instalaciones de La Región en el polígono de San Cibrao das Viñas una larga hora y media más tarde, lloviera, tronara o nevara. Con lluvias torrenciales, con una niebla que no dejaba ver a dos pasos, en noche cerrada... Todos los días, de todas las semanas y de todos los meses. Y así, con una sonrisa, con un gesto cómplice, con un apretón de manos, con una palabra de cariño, con sueño o con insomnio, al volante de su “Mercedes” durante más de diez años. Atlántico fue posible porque Amadeo estuvo allí. Ni más ni menos.

Se ha ido despidiéndose bajito como corresponde a un hombre maravilloso, sencillo y afectuoso, que se ganó el cariño y la admiración de todos nosotros, los  que ahora recordamos -empapados en ternura y tocados por la emoción- todas y cada una de sus hazañas. Hazañas fueron y así hay que considerarlas.

"Marcho, que teño que marchar”, decía después de reclamar el sobre con las fotos del día, agitar su mano y salir pitando. Se ha marchado de verdad y nos ha dejado a todos huérfanos de su amor, que fue muy grande.

El sonriente y fiel amigo
Maribel Outeiriño
No se sabe muy bien por qué en La Región a Amadeo se le llamaba cariñosamente "Chivo loco". Era cariñoso, sonriente y fiel amigo, acompañó en sus últimos años a su amigo de la infancia José Luis Outeiriño. . Muy charlatán, disfrutaba contando su experiencia de varios años de emigrante en Guinea, en donde trabajaba en una empresa de exportación. Su salida de ese país, como la de muchos de los españoles residentes allí, deprisa y corriendo, era una de sus narraciones preferidas.

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