Keith Richards: el jefe cumple 78 años de puro rock’n’roll

Dice Keith Richards en su impagable autobiografía “Life”: “El día 18 de diciembre de 1943, el día que yo nací, una bomba volante caída desde un avión de la Luftwaffe impactó en nuestra calle, pero en ese momento no estábamos allí. Doris, mi madre, contaba que el artefacto iba dando tumbos por la acera y se cargó a todo el mundo al explotar a ambos lados de nuestra casa. Un par de ladrillos aterrizaron en mi cuna, lo cual prueba que Hitler iba a por mi, aunque luego optó por el plan B”. Este 18 de diciembre el espíritu salvaje de los Rolling Stones, Keith Richards ha cumplido 78 años. En 1973, una célebre revista musical inglesa cuyo nombre no mencionaré aquí por no avergonzarles, aseguró que tras las muertes de Jimi Hendrix, Jim Morrison y Janis Joplin, y conocida –supuestamente- su adicción a la heroína, Keith Richards sería la próxima gran estrella de rock que moriría. Sí, les entiendo perfectamente, a mí al recordarlo también me ha pasado lo mismo: he estallado en carcajadas. ¿Cuántas veces y en cuantos libros, webs y medios diferentes habré glosado a lo largo de las últimas décadas lo que Keith Richards significa para el rock´n´roll? No lo sé, ni siquiera tengo una idea aproximada. Muchísimas, desde luego. Pero en todas ellas, y esta no puede en modo alguno ser una excepción, mis sensaciones y mis sentimientos hacia Keith no cambian. Más allá de tópicos como el del “Riff Humano” o el “Gitano Salvaje”, con el que Mick Jagger le presentaba en la gira de “Bridges To Babylon”, el puto jefe –sí, es que lo es, es en esta suerte de aventura/mafia/negocio/circo que es el rock´n´roll, el puto y único JEFE, con mayúsculas, es Keith- es alguien que por su trayectoria vital, por su innato instinto de superviviente, por como ha enfrentado desde la muy cercana amenaza de muerte que suponía la adicción al polvo blanco, a las persecuciones policiales en Inglaterra, Estados Unidos y Canadá, pasando por su posición siempre firme como el auténtico líder de los Rolling Stones, es alguien que ha conseguido por parte de quienes nos consideramos sus seguidores, y yo, lo digo sin reserva alguna, entre ellos, una admiración, un respeto, un afecto y un cariño que va más allá de lo musical o del mero hecho de pertenecer a los Stones. De hecho, Keith Richards es un mundo propio dentro de los Stones. Este sábado el gitano salvaje ha cumplido 78 años. De hecho, este día de su cumpleaños, el 18 de diciembre, deliberadamente o no, muchas veces ha coincidido con algún evento importante en la historia de los Rolling Stones, la mayoría de las ocasiones con el final de sus giras por Estados Unidos. Era una suerte de tradición que todavía se sigue cumpliendo de hecho, cada vez que la maquinaria de los Stones se pone en funcionamiento para una gira, el itinerario siempre era más o menos el mismo: Estados Unidos y Canadá para el otoño, Japón, América del Sur y Sudáfrica para el invierno/primavera y para el verano, Europa e Inglaterra. Los días 18 y 19 de diciembre de 1981 tuvieron lugar en el Hampton Roads Coliseum de Virginia, Estados Unidos, los últimos shows de la mítica gira de presentación del álbum “Tattoo You” por América, y se hizo coincidir el final de la gira intencionadamente con el cumpleaños de Keith – en Europa, en las giras de verano, más de una vez el final de la gira ha sido el 26 de julio, el cumpleaños de Mick Jagger- siendo precisamente esos conciertos los primeros que se transmitieron por televisión en “pay-per-view” en Estados Unidos y de los cuales se extrajo la grabación de “Just My Imagination” para el álbum oficial en directo de 1982 “Still Live”. Existe una anécdota especialmente emotiva acerca de este concierto y que Keith Richards nunca ha olvidado. Durante aquel tour americano del otoño de 1981, que significaba el regreso de los Stones a la carretera después de tres años sin hacer giras, Mick Jagger estuvo durante toda la gira muy nervioso, muy tenso, muy preocupado por que todo saliera bien sin un solo error y a consecuencia de ello, su carácter se volvió irascible y con frecuentes reacciones desagradables e incluso agresivas, a las que Keith respondió en más de una ocasión con la misma vehemencia. Llegó un momento en el que la tensión entre los dos, según recordaba Ronnie Wood, se podía cortar con un cuchillo, y Jagger lo notó. Aconsejado por el resto del grupo, el cantante entendió que debía tener un gesto con Keith que rebajase esa tensión, que recuperase la complicidad perdida entre ambos y que evitara el que dejaran de hablarse y de mirarse de manera desafiante cada vez que se cruzaban en el backstage. Sin que Keith lo supiera ni nadie le dijera nada, Mick Jagger pagó los billetes de avión desde Londres y los hoteles a Bert y Doris, los padres de Keith, para que estuvieran en el backstage del último concierto de Hampton Roads, el día de su 38 cumpleaños. El abrazo que Mick y Keith se dieron en el backstage con toda la familia reunida al acabar aquel show, según recordaba Woody, “casi nos hizo saltar las lágrimas a todos”. El 19 de diciembre de 1989, después de que la noche anterior se celebrase una generosa fiesta de cumpleaños en la habitación de Keith en su hotel de Atlantic City, Nueva York, los Stones dieron un espectacular concierto retransmitido a toda América a través de televisión por cable que en su día se comercializó en un famoso disco pirata en el que participaron como invitados especiales Guns N’Roses, que habían sido teloneros del grupo en la primera parte de la gira, Eric Clapton y John Lee Hooker. Este sensacional concierto finalmente fue editado como disco en directo oficial este mismo año por los propios Stones bajo el título de “Steel Wheels Live” y supuso el colofón final a una gira que devolvía al grupo a la carretera tras la tristemente célebre III Guerra Mundial, o lo que es lo mismo, el periodo de ruptura y distanciamiento entre Mick y Keith que tuvo a los Stones inactivos en directo casi toda la década de los 80. Quienes le conocen dicen de él que tras esa coraza de rockero duro, impenetrable, con frecuencia borde y hasta macarra, se esconde un tipo humano amistoso, entrañable, cariñoso, divertido y que si se consigue llegar a un terreno más personal con él, alejado de los focos, las alfombras rojas y todo el aparato mediático que rodea a los Stones, uno conoce a una persona que te enamora por su sencillez y su humanidad. Amante de su mujer y su familia, del blues y de los Stones, Keith Richards es pura esencia, puro corazón, puro aliento, puro rock´n´roll. Podría decirte tantas cosas, querido puto jefazo… hoy simplemente: feliz cumpleaños. Y gracias por toda tu música y toda tu vida, un año más.