Kiss: ¿fin de una era o inicio de una vida en el metaverso?

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Se anunció hace ahora casi tres años, aunque en medio del escepticismo general con olor a gancho para vender entradas en el que suelen convertirse esta clase de noticias. Kiss, una de las atracciones más espectaculares del rock americano, anunciaron el “End Of The Road”, su última y definitiva gira tras la cual se retirarían para siempre de los escenarios. El último concierto de la historia del cuarteto tuvo lugar finalmente en el Madison Square Garden de Nueva York el pasado 2 de diciembre de 2023.

“Cuando conducía un taxi en Nueva York, una noche del verano de 1972, recogí a un par de personas que iban al Madison Square Garden a ver a Elvis Presley”, dijo Paul Stanley en una pausa entre canción y canción. “Pensaron que estaba loco porque dije: ‘Uno de estos días, la gente va a venir aquí a verme a mí y a mi banda’. Y aquí estamos”. Toda una declaración de principios para resumir la historia de un grupo que con independencia de lo que se le pueda criticar en algún sentido, es una historia típicamente americana sobre cómo hacer realidad un sueño y de romper con todos los estereotipos que el rock americano poseía cuando sacaron su primer larga duración en 1974. Con toda seguridad, Kiss nunca aportaron musicalmente nada especialmente novedoso al rock, pero su puesta en escena, su estética, su imaginación y su rompedora forma de entender el espectáculo dentro del business sí que fue toda una revolución.

En un mundo perfecto e ideal para sus fans Kiss habría concluido el espectáculo final de su gira End of the World invitando a los ex miembros Ace Frehley y Peter Criss, los fundadores de la banda junto a Gene Simmons y Paul Stanley al escenario para abrazarse entre lágrimas, poner fin a los desencuentros y enfrentamientos que han existido entre ellos durante décadas y hacer juntos una última interpretación de “Rock and Roll All Nite”, que le hubiera dado a la inevitable película biográfica una última escena apoteósica. Pero no pudo ser.

Sobre el concierto, tanto quienes pudieron estar presentes como quienes lo presenciaron por Pay per view, no vieron nada sustancialmente distinto de lo que han sido todos los demás conciertos del End Of The Road Tour y por ende, de lo que es un concierto de Kiss desde que en 1996 decidieron reagrupar la formación original y volver a ponerse los maquillajes y los disfraces 13 años después de que abandonaron la estética que les convirtió en mitos. Sobre el repertorio, tampoco hubo ninguna novedad: de “Detroit Rock City” a “Rock’n’Roll all Nite” pasando por “Shout It Out Loud”, “Deuce”, “Lick It Up”, “Calling Dr.Love”, “Love Gun” o “Black Diamond”, con todos los demás números de escenario, incluido el del tragafuegos de Gene Simmons y el vuelo de Paul Stanley sobre todo el crowd.

Como es también habitual y según recogieron la práctica totalidad de medios locales estadounidenses, hubo pirotecnia ardiente como para sentirla en la piel a 50 metros de distancia, explosiones lo suficientemente fuertes como para hacer explotar la cabeza incluso con tapones para los oídos y en general, un sentimiento y una vibración muy especial ya que el Madison Square Garden está a solo a unas calles del local de ensayo donde nació la banda a principios de los años setenta. Stanley abordó varias veces el final de la carrera de Kiss en directo, ofreciendo repetidos agradecimientos a los fans de la banda y celebrando su historia en la ciudad de Nueva York: “¿Cómo no íbamos a terminar donde empezó todo?”.

Tan solo el anuncio, como única novedad que distinguió este concierto de despedida de los demás de la gira, de algo que evidentemente, cuadra perfectamente con la personalidad del grupo y su vocación de convertirse en personajes que trasciendan su tiempo: “El final de este camino es el comienzo de otro”, dijo Paul Stanley a la multitud antes de las últimas reverencias y de la despedida definitiva para dirigirse a sus camerinos. “No vamos a ninguna parte. Nos verás en cosas diferentes todo el tiempo. Te veremos en tus sueños”. O dicho de otra forma: Kiss seguirá vivo como grupo al convertirse en avatares digitales con la ayuda de Industrial Light & Magic, la compañía de efectos visuales fundada por George Lucas, el creador de ‘Star Wars’, capaz de diseñar avatares que pueden imitar a la perfección las expresiones faciales de la banda y los movimientos corporales en el escenario para mantener auténticos a sus dobles digitales, como ya han demostrado con ABBA.

Después de una gran floritura más, las pantallas gigantes detrás de la banda se llenaron con avatares digitales inmensos de Kiss interpretando la versión de la banda de “God Gave Rock and Roll to You II”. “¡Kiss Army! Tu amor, tu poder nos ha hecho inmortales”, declaró el clon de Stanley en pantalla. “¡La nueva era Kiss comienza ahora!”.

Un comunicado de prensa y un video documental han ofrecido más pistas sobre el plan de la banda de vivir para siempre como una banda virtual. Es posible por tanto que Kiss como grupo haya realizado su último show con sus miembros de carne y hueso, pero sus miembros continuarán rockeando todas las noches y de fiesta todos los días como avatares digitales diseñados con un realismo que verdaderamente impresiona. Nada que ver con los hologramas.

En el anuncio que desde los canales oficiales de la banda se subieron en YouTube el día posterior al último concierto, se dice que “Kiss ha sido inmortalizado y han renacido como avatares del rock para siempre”. “Podemos vivir eternamente”, dice el vocalista Paul Stanley en el vídeo que detalla la transición de la banda. “La banda merece seguir viviendo porque es más grande que nosotros”.

Imagino que los fans más apasionados del grupo estarán entusiasmados ante esta perspectiva, pero les confieso que a mí me genera ciertas dudas. Ello nos lleva inevitablemente una vez más al debate sobre la inteligencia artificial y hasta donde puede llegar el desarrollo de la tecnología en este campo. Empresas como IL&M pueden resucitar virtualmente a los muertos y recrear en el metaverso por tanto a Jimi Hendrix en Wight’70, a los Beatles en el Royal Albert Hall o a Queen en Wembley’86, pero… ¿dónde quedará entonces la emoción de ver un concierto real? ¿Podrá un avatar, por muy perfecto que sea, sustituir la emoción de un corazón palpitante que exhala un sentimiento, que canta, que comunica una emoción humana real? ¿Podrá un avatar recrear la mirada, la sonrisa y la forma de hablar de Keith Richards cuando da las gracias a los fans de los Stones tras acabar de cantar “You Got The Silver” en un concierto real? Si quieren que les sea sincero, creo que no.

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