CULTURA

Lamazares presenta en México la exposición “Alfabeto delfín"

photo_camera El diputado autonómico Miguel Santalices, con Lamazares, en la inauguración

El Centro Cultural de España acoge esta muestra, la respuesta del artista lalinense a los grafiteros

La "z" es un corazón, la "u" está representada por una uva, la "c" es una persona arrodillada, la "d", que simboliza a la divinidad, es un triángulo equilátero; estos son algunos de los caracteres que protagonizan la exposición "Alfabeto delfín" que el artista lalinense Antón Lamazares presenta en el Centro Cultural de España en Ciudad de México, y que se compone de 33 cuadros en los que el pintor plasma, con su peculiar alfabeto y en fondos de color, sus versos.

"Alfabeto delfín" es la "respuesta" de Lamazares (Lalín, Pontevedra, 1954) a los grafiteros: "Ellos tienen una energía que manifiestan en las calles, y yo construyo mis ideas bajo su inspiración", afirma el artista de formación autodidacta, que vivió sus inicios en el mundo de la poesía, lo que le influenció a la hora de encarar esta serie, en la que profundiza en la importancia de la palabra, en "lo que se dice y cómo se escribe". Y escribir, remarca, también "es una manera de pintar".

"La emoción más bonita que tuve fue la primera vez que vi una partitura musical", recuerda Lamazares, asegurando que ahora es él quien provoca una sensación similar con sus cuadros, a través de unos textos que, aunque a primera vista no se comprendan, pueden desentrañarse gracias a una guía disponible en la exposición.

El pintor realiza sus creaciones sobre materiales como el cartón y la madera, lo que le permite jugar con las texturas, realizando incisiones que los lienzos tradicionales nunca permitirían. "Llego a pintar así porque quiero hacer una cosa más sencilla, más misteriosa, más interior, y por supuesto, que el cuadro responda a mis intenciones", explica el artista, quien dice atravesar "una evolución constante y necesaria".

Los textos encuentran su inspiración en fuentes tan diversas como los versos de Lorca y Alberti, o el ojo "ensangrentado" del caballo que Tiziano pintó en "Carlos V en la Batalla de Mühlberg". En ellos no olvida las raíces de su tierra, -varios de los versos están escritos en gallego-, y su influencia religiosa: "El diálogo con Dios es lo más grande que puede hacer un pintor", corrobora el pintor.

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