Medidores de CO2, un método discutible para frenar el covid

<p> Una mujer sostiene un medidor de dióxido de carbono en el interior de un autobús repleto de personas. </p>
photo_camera Una mujer sostiene un medidor de dióxido de carbono en el interior de un autobús repleto de personas.

Los epidemiólogos creen que falta aval científicó que muestre su eficacia para reducir contagios

El uso de los medidores de CO2 en espacios cerrados genera debate entre los expertos sanitarios por su eficacia en la reducción de contagios: mientras un experto en Salud Pública defiende su utilidad en bares y restaurantes, un epidemiólogo considera que falta bibliografía científica que compruebe su beneficio.

Ante la bajada del nivel de contagios y fallecidos en España -que mantiene una incidencia en riesgo bajo inferior a los 50 casos-, el profesor de la escuela andaluza de Salud Pública Joan Carles March afirma que es partidario del uso de estos medidores, mientras que el epidemiólogo Pedro Gullón asegura que se trata de un marcador “súper indirecto”. “Hay muy poca bibliografía sobre la utilidad de los medidores de C02. Puede ser útil como un indicador de un lugar que está mal ventilado, pero nada más”, añade Gullón.

En este sentido, March, que reconoce que cuando aparecieron estos marcadores había algunos que “se rompían”, es partidario de su empleo porque pueden ser “muy útiles”. “Toda medida de este tipo siempre tiene utilidad, porque realmente lo que indican es un incremento de CO2 y, de alguna forma, señala que hay una concentración más alta de lo adecuado. Ahí es cuando nos avisa para abrir puertas y ventanas”, subraya.

De momento, el mayor uso que se realizó de los medidores de C02 es en las aulas de los centros escolares, donde se emplean para renovar el aire dentro de las clases. Cuando el aparato indica altos niveles de concentración de partículas en el ambiente, y que por tanto las personas en ese espacio están respirando aire exhalado, se abren puertas y ventanas para renovar el aire del interior. Así lo explica la jefa de estudios y coordinadora para la covid del instituto madrileño Margarita Salas (Majadahonda) Blanca López, cuyo centro dispone de medidores de CO2 no solo en cada clase, sino también en la sala de profesores, cafetería y en los laboratorios.

Esta profesora asegura que, al volver a las aulas tras el confinamiento, reutilizaron un medidor de CO2 que había empleado en el curso anterior una alumna para medir el dióxido de carbono fijado por las plantas, en el marco de una prueba individual para el laboratorio. Al comprobar su funcionamiento, decidieron comprar varios aparatos más aunque algunos -según asegura López- no cumplían bien su función porque eran “inestables”, lo que les llevó a adquirir otros con tecnología de infrarrojos, que eran más caros pero de mayor precisión.

Gullón considera que se le han puesto “muchas esperanzas” a los medidores, y que es más bien una medida que se tomó para aparentar “que se está haciendo algo”. “Y a mí me da pena todo el dinero que se ha invertido en los medidores de CO2, cuando realmente tienen una utilidad bastante limitada”, concluye el epidemiólogo.

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