Una sidrería de Gijón hace frente a la coyuntura económica ofertando menús a precio módico

Menú anticrisis a 1 euro

Un camarero de la sidrería, con el cartel que anuncia los menús a un euro. (Foto: Juan González)
En los tiempos de crisis se agudiza el ingenio. Una sidrería de Gijón ha obrado el milagro de multiplicar los panes y los peces jueves de cada semana cuando ofrece a sus clientes un menú completo de tres platos, postre, pan y bebida al irrisorio precio de un euro. Más barato que un café.
Los dueños del mesón ‘Dario's’, en la avenida de Pablo Iglesias, nunca creyeron que lo que imaginaron como una broma iba a convertirse en el mejor reclamo publicitario para el establecimiento que después de un año y medio abierto al público ha encontrado en el ‘menú anticrisis’ la clave del éxito.

Desde hace dos semanas, los jueves el salón comienza a abarrotarse de comensales a partir de las 11:30 horas y la actividad de la cocina no concluye nunca antes de las 18:00 horas, lapso en el cual se sirven varios centenares de platos de un menú imposible de configurar respetando los costes.

Ayer se sirvió sopa de marisco, fidegua, y un tercero a elección entre chorizo a la sidra con patatas fritas o calamares, flan, pan y vino, agua o gaseosa, y a las 13:00 horas la gente que llegaba tenia que irse sin comer porque ya no había sitio.

Las mesas se van ocupando respetando el estricto orden de llegada y luego se abre una lista de espera hasta una ‘hora prudente’ y hay casos de comensales que esperan más de dos horas para sentarse y disfrutar de la comida que prepara con sus propias manos la dueña.

Emilia Jimenez es una inmigrante sudamericana que reside en Gijón desde hace 11 años y regenta el local con Dario, uno de sus dos hijos, quien atiende la barra y el comedor, lleva a rajatabla la lista de reservas, y ha sido el artífice de la estrategia comercial para tiempos de crisis.

‘Todo empezó como una broma, como una idea algo loca, pero cuando la pusimos en practica vimos que tuvo una repercusión increíble y ahora tenemos mucha gente el resto de la semana que antes no teníamos, ha afirmado Emilia gesticulando con sus manos enharinadas.

Esta mujer, bajita, inquieta, va de un lado al otro de la cocina, mete los calamares en la fritanga, sacude la fidegua y atiende a la comanda todo casi al unísono, al tiempo que ametralla las palabras y dice que ‘en tiempos difíciles hay que hacer lo mejor que se pueda sin perjudicar a nadie’.

Sabe que la publicidad conseguida tiene algunos detractores, sobre todo otros hosteleros que les acusan de ‘competencia desleal’, pero ella dice que sólo ha hecho ‘empezar algo que otros pueden seguir haciendo si lo desean porque el mercado es libre’.

En la barra la gente se amontona para tomar algunos culines de sidra y de esa forma hacer un poco más amena la espera, los camareros se mueven con rapidez entre el maremagnum para servir pinchos, atender los pedidos y cobrar las consumiciones.

Un grupo de estudiantes universitarios ocupa una de las mesas y espera el primer plato con algo de ansiedad. Han venido por primera vez atraídos por la curiosidad de poder darse ‘un atracón’ por un euro, pero aseguran que si les gusta la comida volverán otro día de la semana cualquiera, cuando los precios son normales.

En la puerta, un cartel escrito con tiza sobre una pizarra anuncia: ‘Ya llegó el jueves. Menú Anticrisis a un euro’. Los viandantes se detienen en la acera, leen, comentan, algunos entran pero en un instante salen. Ya no queda sitio.

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