Llevan meses de ventanilla en ventanilla, contando su historia a los servicios sociales de las administraciones sin que nadie les haya dado una solución. Son los rostros de la crisis, nueve familias, que han ocupado una finca gaditana.

Okupas por desesperación

Una de las parejas que vive en la finca ocupada. (Foto: VÍCTOR LÓPEZ)
Su historia arranca el pasado mayo cuando algunas familias de la barriada de Guillén Moreno, una de las más humildes de la ciudad, decidieron que no podían más y ocuparon algunas de las viviendas de este edificio de titularidad privada pero utilizado hasta entonces, gracias a un convenio con la Junta de Andalucía, para el realojo de familias necesitadas.
Se corrió la voz en una zona en la que hace menos de un mes la policía desarticuló una red de venta de heroína y así fueron llegando poco a poco ciudadanos con historias muy diversas pero con algo en común: la desesperación y la necesidad de huir. Una de ellas es Teresa Fernández, de 61 años, desahuciada de una vivienda de alquiler y que ahora vive con su marido, sus tres hijos y su yerno, en este inmueble.

En él cocina muchas veces para buena parte de sus vecinos convertidos en una gran familia en la que se ayuda cuando hay que subir o bajar por una maltrecha escalera a la que le falta buena parte de la barandilla. Cuenta esperanzada que a su marido le han ofrecido un contrato de camarero, de apenas dos horas, pero que al menos les servirá para comprar comida y 'tirar hasta que la cosa mejore'.

Otros como Ana María Álvarez, de 32 años, huyen de un pasado conflictivo y buscan un futuro mejor. Lleva ocho años con un tratamiento de metadona y convive con su pareja en esta casa.

Nazaret Salido es una chica guapa, presumida, que a sus 23 años saca adelante totalmente sola a dos pequeños, uno de 4 años y un bebé de apenas 12 meses trabajando por horas como empleada de hogar. Aísla su colchón del frío suelo con cajas de plástico y comparte edad y situación con Aysha Elmortada que ocupa el primer piso.

También madre soltera, Aysha ha tenido que llevar esta misma semana al hospital a su pequeño aquejado de problemas respiratorios. Ella vive muy cerca de las humedades y las goteras que invaden el portal y que comparten espacio con los triciclos y cochecitos de los más pequeños. Es la única con fecha de salida, el 16 de diciembre, que es para cuando le han notificado que será desalojada.

Para Pilar Mediavilla era esencial salir de una casa en la que eran demasiados, 12 en total, entre ellos su hermana y su cuñado con problemas de drogadicción y Lucía Díaz vivía con su pareja y sus dos hijos en casa de su madre hasta que el comportamiento del mayor, un adolescente conflictivo de 17 años, la obligó a instalarse por su cuenta 'porque si no, mi madre se moría de los disgustos'. Hasta hace cuatro meses trabajaba como auxiliar de clínica y ahora es su marido el que ha logrado un contrato municipal de tres meses de duración. Al igual que el resto no se niega a pagar un alquiler pero que esté 'dentro de sus posibilidades'.

Hasta el momento sólo Cáritas ha prestado ayuda a estas familias y todos se agarran a la esperanza que les ha dado el Ayuntamiento, que ha requerido a la Junta que les 'dé cuenta de la situación jurídica, urbanística y de rehabilitación de la finca'.

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