Objetos a los que acompaño

Peugeot Randonneur de 1974

Pesa un poquito, pero la vida también pesa y hay que aprender a transportarla

La bicicleta, todo el mundo lo sabe, es el mejor invento de la humanidad. Al pedalear sucede el milagro: uno se autotransporta transformado en un centauro de hierro para explorar a la velocidad de la curiosidad, esa en la que la brisa te hace sonreír como sonríen los perros cuando sacan la cabeza por la ventanilla. En bicicleta puedes escuchar tu propia respiración, cantar a voz en cuello y oler lo que te rodea. Entras en un pueblo silencioso sin hacer ruido ni echar humos. 

Esta Randonneur es uno de los primeros modelos de bicicleta francesa de cicloturismo, esa modalidad de viaje que inventó el poeta Paul de Vivie. Por eso tiene parrillas cromadas donde transportar alforjas y el manillar abierto para poder colgar un saco de dormir. Es de acero y sus tubos son delgaditos como unas piernas bien hechas. La mano de un artesano le pintó unos ribetes magníficos y alguien colgó una chapita con el nombre del anterior dueño.

Las manetas de freno son toscas como una hoz medieval. Las palomillas de las ruedas son caramelos envueltos. Pesa un poquito, pero la vida también pesa y hay que aprender a transportarla. A cambio, va a durar siempre, algo que no le pasa a las de aluminio o carbono ni a las bicis eléctricas, que terminarán en los vertederos electrónicos africanos en pocos años. 

Le compré esta belleza a un campesino francés del Périgord por 40 euros. Estaba hecha polvo, pero aún así pudimos explorar mágicamente los mismos caminos que Montaigne a caballo 500 años atrás. De vuelta a la península, le saqué el óxido.

No llevo pedales automáticos, porque me bajo cada dos por tres para ver una iglesia, a beber agua de una fuente o saludar a un árbol. Tampoco voy vestido de ciclista ni llevo un pulsómetro porque sé muy bien cuándo el corazón me bombea fuerte o se me para al encontrarme un manantial o se cruza un corzo en el camino. Es el instrumento perfecto para exploraciones de cabotaje y viajes significantes. Esta bicicleta también va a sobrevivirme.

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