Los ciudadanos lusos responden con imaginación y sátira a las duras medidas de austeridad

Los portugueses afrontan la crisis con ironía y buen humor

Una figura de Ze Povinho se ríe en un escaparate de los políticos José Sócrates y Ferreira Leite
Las duras medidas de austeridad puestas en marcha en Portugal como contrapartida por recibir ayuda externa ante la situación de crisis son cada día más contestadas por sus ciudadanos, que de momento hacen gala de ironía para mostrar su rechazo.
La imagen del país se mantiene de momento muy alejada de la de Grecia, donde la crudeza de los recortes ha derivado en violentas confrontaciones entre policía y manifestantes, aunque el tono de las protestas ha crecido también en Portugal conforme la situación se agravaba.

El lado luso más sarcástico salía a relucir en la celebración de los carnavales que terminaron ayer, en los que se ha convertido por primera vez en protagonista la 'troika' de entidades prestatarias del rescate a Portugal, la Unión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Caricaturas de Merkel y Sarkozy pilotando una Europa sin rumbo fijo, portavoces de la 'troika' con el cetro de mando en la mano, además de varios políticos locales ridiculizados, fueron sólo algunas de las referencias carnavalescas a una crisis que ha puesto al país en recesión y con un paro históricamente alto: 14 %.

Pero las señales que exhiben esta tendencia al sarcasmo son más numerosas. Las canciones de protesta en clave de humor, el resurgimiento del personaje satírico Zé Povinho y su corte de mangas -ya sea dirigido a la nueva reforma laboral o a la agencia de calificación Moody's- o los anuncios de televisión que se burlan de las desafortunadas declaraciones de sus políticos, reflejan cómo responden los portugueses a uno de los peores momentos de su historia reciente.


EL RAP DE LA CRISIS

Tampoco se quedó fuera de esta corriente algún restaurante, que obligado por la coyuntura a ofrecer menores precios lanzó el 'Menú Merkel', el 'Menú Sarkozy' o incluso el 'Menú FMI', a partir de 3,95 euros. 'Tantos años estudiando para acabar desempleado, o con un empleo malo y mal pagado. Recibir una propina a la que llaman salario (...), quieren que me apriete el cinturón y ni pantalones tengo', canta Boss AC -Ángelo César-, un rapero portugués de origen caboverdiano en un vídeo que lleva más de un millón de visitas en YouTube en los dos últimos meses. Sus letras ácidas y muy críticas muestra el impacto de los múltiples y rigurosos ajustes en el ciudadano medio, que ya paga más que antes por la sanidad estatal, por utilizar el transporte público o por comprarse un coche.


INTERESANTE Y CORROSIVO

'Esa vertiente de ironía utilizada en las protestas de Portugal es un elemento interesante, corrosivo, y que ya en otras épocas fue muy visible', explica Elisio Estanque, sociólogo y profesor de la Universidad de Coimbra que ha estudiado la relación entre las diferencias sociales y la conflictividad, sobre todo a raíz de los efectos que la crisis generalizada en Europa puede estar causando en los ciudadanos del país vecino, una crisis ante la que al menos por el momento la gran mayoría de los ciudadanos portugueses han decidido no perder su capacidad de sátira.

RESIGNACIÓN Y CAPACIDAD DE SACRIFICIO, 'HASTA CIERTO PUNTO'

La 'resignación' que en ocasiones parece marcar el carácter de los portugueses se deriva, según Elisio Estanque, de la dictadura de Salazar, ya que en otros períodos históricos hubo revueltas radicales y episodios violentos. Entonces, ¿guarda relación el pacifismo de las protestas con el éxito de la Revolución del 25 de Abril de 1974, que llevó al país a la democracia? 'Es verdad que la respuesta es diferente a la de Grecia, donde la agitación parece más caótica, también por la mayor presencia de ideologías radicales.

La sociedad lusa demuestra una gran capacidad de aceptación y sacrificio, y no opta por la violencia con facilidad. Pero cuando alcanza su límite máximo, la respuesta puede ser inesperada', advierte el sociólogo. De hecho, en los rostros de quienes participan en las protestas parece reflejarse cada vez más indignación, una idea sustentada en que apenas el 56 % de los portugueses cree que la democracia es el mejor de los regímenes y sólo un 10 % dice confiar en partidos y sindicatos.

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