Rutas menores

El roquedal llamado centinela de A Limia

Cruce de caminos con las indicaciones de ruta perfectamente visibles.
photo_camera Cruce de caminos con las indicaciones de ruta perfectamente visibles.
En la pasada semana dos veces estuvimos caminando hacia a Aguioncha por pistas y herbosos senderos; la primera a sol pleno, de tanto goce como de breve recorrido; la segunda, de nuboso, frio y más que de llovizna, para completar un itinerario que se aconseja para soleado tiempo con el que la naturaleza suele impregnarse de tanta belleza natural como ofrece el cónico roquedal con las inmensas carballeiras asentadas en las laderas de la falda norte.  La visión tan reconfortante por accesible también

En términos de Calvos de Randín, estacionados en la iglesia de Lobás, a san Vicente dedicada, lamentando todos que enteramente ceñida de camposanto con tumbas, mausoleos, nichos con mucha flor artificial y alguna natural de recientes honras a difuntos. Una casa rectoral, desvencijada, invadida de silvas, apena un tanto, mientras dispuestos para discurrir a derecha, dirección suroeste, por una llana pista, herbosa en parte, con la vista a diez minutos de la aldea de Silvoso, de tan escasa habitación que solo un vecino visto; poco más adelante, un cortafuegos a modo de pista asciende con pendiente de cierto sofoco, que cuando ya llano conectamos con térrea pista y a derecha seguimos con la vista al fondo del conjunto de penedos que conforman a Aguioncha, como emergiendo de un mar de roblecillos dichos carballos (quaercus pyrenaica), los cerquiños que por aquí conocemos, a los que tanta abundancia y competencia  les impiden devenir en los formidables árboles, como son los de la especie cuando medran sin rivales cerca.

Caminamos por esta sierra de Lobás rodeados del retamal (xestil o xesteira). La térrea pista discurre serpenteando en constante y suave subida semi circunvalando el gran penedo hasta que en cerrada curva tres carteles indicadores te invitan a tomar cualquier dirección, que nosotros directos al gran roquedal en cuya cima asentarnos no pudimos por lo resbaladizo, más por los líquenes que por los musgos en ese día de humedades y lloviznas. Pudo existir un castro, se puede uno imaginar un castillo, pero si está documentado que en sus alrededores un sangriento enfrentamiento entre las huestes o mesnadas de dos condes gallegos rivales, en tiempo del leonés Ramiro II, de los que uno derrotado se rehízo de las heridas al amparo del recién edificado monasterio de Celanova, volviendo para doblegar al rival. Sucedía esto en el siglo X, según documentos del Tumbo de Celanova.

Hallamos un cráneo de corzo con sus cuernas, resto de algún lupino banquete o más nos gustó suponer eso que por muerte natural devenido.

Bajados de la casi cota retomamos la pista, rodeamos a Aguioncha y otra rocosa elevación y entre amenas carballeiras discurrimos por pista forestal y densa floresta hasta que avistando la aldea de Serois a derecha, dirigimos nuestros pasos a Lobás, traspasamos la aldea con algún ladrante can y subimos donde los coches.

Mucho dio de si en el primero y esplendente día lo que con más recorrido las nebulosidades nos negaron en el segundo, en un itinerario en parte señalizado.

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