Objetos a los que acompaño

Sartén de hierro colado

Está hecha de hierro como todo lo mejor que hizo el hombre. Pesa dos kilos y medio y compromete al mejor volteador de tortillas

No sé si será madurez o cronofobia: desde hace algún tiempo sólo me interesan los objetos que van a sobrevivirme. Creo que conviene huir de las golosinas obsolecentes con las que nos entretienen los anuncios, que son basura que todavía funciona. Acompañar durante este poquito tiempo que estamos vivos a algún objeto eterno para que nos sirva antes de servirle a otro encierra una verdad poderosa. Echadle un ojo a esta sartén de hierro colado. Está hecha de hierro como todo lo mejor que hizo el hombre. Pesa dos kilos y medio y compromete al mejor volteador de tortillas. Es negra y rugosa, como una locomotora a vapor. La fabricaron de la misma forma: fundiendo el mineral a altísimas temperaturas a partir de un molde de arena. Agarrándola, uno sabe que empuña una herramienta definitiva. Con ella podría fundar una dinastía, si quisiera fundar una dinastía y dejársela a mi vinculeiro, si acaso tuviera un vinculeiro (heredero en gallego, palabra preciosa). 

Cocinar con ella tiene algo de arqueológico y algo de mágico: sus átomos de hierro penetran en mí a través de los sofritos y las magias que preparo sobre fuego de leña, gas o campamento. Me alimenta sin comérmela y le transfiere a mi cuerpo esos minerales que las cabras montesas chupan de las rocas y los árboles del subsuelo. Además, esta sartén no se pega al cocinar. La curé al horno con aceite de oliva el primer día para crear una película de polímeros de grasa sobre la que bailan los ajos y las setas. En cambio, en una sartén industrial, uno se va tragando progresivamente el antiadherente, que no es otra cosa que veneno, como casi todas las ideas que salen de los departamentos de marketing. 

A esta sartén se le puede limpiar bajo el grifo o en el río con jabones de manteca y sosa, como hacían los vaqueros y también nuestros abuelos. Sirve para todo. Para marcar bistecs o para partirle la crisma a un enemigo. Lo bello y lo útil son una misma cosa. Últimamente, todo lo que veo alrededor es ruido apocalíptico, pero uno mira a esta sartén y recupera cierta fe en la humanidad.

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