Ciudades como Murcia y Gijón han recuperado esta profesión nocturna, que en Vitoria fracasó

Los serenos se resisten a dar el adiós a las calles españolas

Constantino Amago Martínez, sereno del primer tramo de la calle Ayala, en Madrid, en los años 70. (Foto: ARCHIVO)
Los serenos desaparecieron y el sonido de su chuzo y su silbato quedó enterrado en la memoria colectiva, aunque ciudades como Murcia y Gijón los han recuperado en los últimos años. Otras, como Vitoria, intentaron rescatarlos del olvido hasta advertir que, inevitablemente, es una profesión de 'otro tiempo'.
Los serenos del siglo XXI siguen llamándose así en honor a los antiguos, pero el trabajo que desempeñan poco tiene que ver con el de aquellos, auténticos dueños de las calles por las noches. Entonces se ganaban la plena confianza de los vecinos, les abrían sus casas, les despertaban e, incluso, les buscaban un medicamento cuando enfermaban en mitad de la noche.

Poco tienen en común con ellos los 'serenos' que, desde 2007, pasean por los barrios de Murcia y velan por el bienestar de sus vecinos, en colaboración con los servicios de protección y emergencias. Inicialmente fueron creadas 20 plazas para personas desempleadas, pero el servicio se ha ampliado a 52 para llegar a más barrios y atender así a vecinos y comerciantes, además de colaborar con la Policía y con la empresa de alumbrado, explicaron fuentes del ayuntamiento de la ciudad.


LA CARA Y LA CRUZ

Gijón cuenta desde 2002 con un servicio similar que nació de la iniciativa privada. El ayuntamiento concede una subvención para mantener una vigilancia nocturna financiada en parte por vecinos y comerciantes. La misma experiencia fracasó en Vitoria, donde se recuperó la figura del sereno en 2005 y se extinguió de nuevo en 2007. Los comerciantes tenían que pagar una cuota por el servicio y no respondieron como se esperaba, explicaron desde su consistorio.

Lo mismo sucedió en otras ciudades, como Barakaldo, donde, según portavoces municipales, se implantó en 2007 un programa piloto para insertar a 21 desempleados. 'Fue algo experimental y se decidió prescindir del servicio como medida de ahorro, porque tampoco tenían mucho trabajo', señalaron desde el ayuntamiento, que sí mantiene vigilantes urbanos por el día. La mayoría de las experiencias ha fracasado, algo que César Pérez, sereno retirado y que trabajó en el Madrid de los 60, ve 'normal' porque ya entonces, recuerda, 'el trabajo había cambiado mucho y tenía menos sentido que años atrás'. Pérez, que con 70 años continúa trabajando en su bar madrileño, explicó que patrulló las calles de la capital española durante ocho años, primero en la zona de Tirso de Molina y después cinco años seguidos en el Paseo del Prado.

'No teníamos sueldo ni seguridad social, nada más que las propinas que nos daban los vecinos cuando les abríamos los portales. También los comercios nos daban algo al final de mes', recuerda. En el Madrid de los sesenta trabajaban entre novecientos y mil serenos, y muchos de ellos eran, como él, del municipio asturiano de Cangas de Narcea. 'Vino uno del pueblo y se los fue trayendo a todos, como me pasó a mí, que entré porque tenía a dos hermanos y un cuñado trabajando de serenos. Cuando me licencié del servicio militar me hicieron suplente', dijo. En esos años 'ya no se cantaban las horas ni el tiempo', señaló.

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