¿Está sordo Boris Johnson?

Nunca, excepto para una élite muy reducida y a la que en muchos casos, les ha costado una vida llegar a esa posición de relativo acomodamiento, ha sido fácil ser músico, y por supuesto, más aún ser músico de rock. Durante décadas, ha sido elemento común incluso en muchos casos de grandes grupos de rock cuyas vicisitudes hemos narrado en estos “Papeles del Rock”, que la industria del disco, las compañías, las agencias de management, se hayan aprovechado de su posición predominante para llevar a cabo comportamientos de auténtica explotación del talento artístico de los músicos negando algo tan elemental como su derecho a participar de manera justa equilibrada y proporcional en el beneficio que generan para esas empresas. Hasta hace poco tiempo, esta situación se circunscribía solamente a los derechos de autor y los contratos de management, pero en los últimos años, al combinarse el descenso radical de las ventas de discos en formato físico con el declive de la radio y la televisión como medio fundamental de difusión de la música y el auge imparable de unas plataformas de streaming que ofrecen, como es el caso de Spotify, más de diez millones de canciones por una suscripción que no supera los 10 euros, el vacío legislativo ha dejado en una situación de desprotección incomprensible a quienes son en realidad quienes hacen posible y mantienen viva la música como industria: las y los músicos. Desde que en torno a 2003-2004 explotó la gran crisis de la industria discográfica por la difusión gratuita de música por Internet a través de plataformas como Emule, Napster o Soulseek, esta situación mal que bien se pudo sostener gracias a las giras, festivales y conciertos. Los ingresos que los músicos obtenían por sus cachés a la hora de tocar en directo, mantenían al menos a parte de un colectivo que por desgracia, nunca tuvo una gran vocación de luchar colectivamente por sus derechos, en una situación en la que no le veían las orejas al lobo. Sin directos Pero a comienzos de 2020 llegó la pandemia. Y con ella, la suspensión total de toda actividad musical en directo durante un periodo que todavía parece lejos de terminar completamente. Ha sido en este momento cuando por fin el mundo de la música ha reaccionado y se ha organizado en cierta manera para tratar de garantizar su supervivencia. Por ello, creo que merece la pena detenerse en difundir y comentar en lo que pienso que tiene de constructivo el hecho de que ante esta situación, un grupo más que notable de músicos de rock hayan enviado una carta colectiva al primer ministro británico Boris Johnson en la cual exponen claramente la situación y ponen sobre la mesa la imperiosa necesidad de tomar medidas urgentes. Jimmy Page, Robert Plant y John Paul Jones de Led Zeppelin, Roger Daltrey de The Who, Paul McCartney, Robert Fripp de King Crimson, Stevie Nicks de Fleetwood Mac, Kate Bush, Elton John, Paul Weller de The Jam, Damon Allbarn y centenares más de músicos británicos, exigen en esa comunicación a Boris Johnson que actualice la ley de derechos de autor del Reino Unido para aumentar los ingresos producidos por la transmisión en streaming de contenidos musicales protegidos por derechos de autor a los creadores. En esta carta, cuya iniciativa partió del Sindicato de Músicos en asociación con la Academia Ivors y la campaña #BrokenRecord, los firmantes dicen que la ley sobre los ingresos por streaming y los pagos de derechos de autor, "no ha seguido el ritmo del cambio tecnológico en la industria de la música”. La campaña llega cuando el Gobierno del Reino Unido está examinando el impacto económico que la transmisión de música en streaming está teniendo en los artistas, los sellos discográficos y la industria musical en general como parte de la investigación "Economía de la transmisión de música". “El streaming está reemplazando a la radio, por lo que los músicos deben recibir la misma protección cuando su trabajo se reproduce en plataformas de transmisión que reciben cuando se reproduce en la radio”, dice Horace Trubridge, secretario general del Sindicato de Músicos. La carta agrega que "como resultado de esta situación, los artistas, intérpretes o ejecutantes y los compositores no gozan de la misma protección que han tenido por la emisión de su música en la radio". Continúa sugiriendo que "sólo es necesario cambiar dos palabras en la Ley de derechos de autor, diseños y patentes de 1988 para que los artistas, intérpretes o ejecutantes de hoy reciban una parte justa y proporcional de los ingresos que generan, tal como disfrutan en la radio", y que el cambio propuesto "no le cuesta ni un penique al contribuyente, pero pondrá más dinero en los bolsillos de los contribuyentes del Reino Unido y aumentará los ingresos para servicios públicos como el Servicio Nacional de Salud". Canción protagonista Crispin Hunt de la Academia Ivors agrega: "En la transmisión, la canción es la protagonista, la base de todo, pero los compositores y compositores no disfrutan del verdadero valor de su trabajo y luchan por ganarse la vida en condiciones terriblemente precarias cuando no tendrían por que hacerlo con una legislación justa. Las compañías discográficas ahora son simplemente empresas de marketing. Sin costos de fabricación y distribución, sus extraordinarias ganancias deberían compartirse de manera más equitativa con los creadores. Nuestra industria tiene una historia muy desafortunada de enfrentamiento entre artistas, intérpretes y compositores entre sí. Con esta carta, finalmente estamos hablando con una sola voz para decir: 'ya es suficiente'. Nuestra industria está quebrada, el gobierno puede y debe ayudarnos a solucionarlo". Podrá resultar chocante que la mayoría de los firmantes de la carta sean músicos que paradójicamente tienen ya su vida ampliamente resuelta y tienen garantizado para el resto de su vida un confort, una seguridad y unas comodidades que el resto de sus compañeros de profesión no pueden disfrutar. Pero no es menos cierto que al menos un gesto de esta naturaleza, una demostración de solidaridad estoy seguro habrá sido agradecido por muchos de esos músicos para los cuales la supervivencia diaria queriendo vivir de su profesión es una batalla que no tiene por que ser así en absoluto si se tiene un mínimo de respeto y consideración por la cultura y de entendimiento de la función social que los músicos cumplen, tanto en Gran Bretaña como en todo el mundo. Y ahora, permítanme ustedes que saque el aguijón… ¿las grandes estrellas de nuestra música, como Sabina, Bunbury, Nacho Cano o Alaska, harían algo parecido en defensa de nuestros músicos?