El teatro perdió ayer a uno de sus grandes maestros, el director de escena Miguel Narros, fallecido en un hospital madrileño a los 84 años, de los que dedicó casi sesenta a una profesión que ha ejercido hasta sus últimos días. El Teatro Español acogerá hoy la capilla ardiente de Narros, que estuvo al frente de esta institución teatral en dos ocasiones, de 1966 a 1970 y de 1984 a 1988.
Miguel Narros Barrios, nacido en Madrid el 7 de noviembre de 1928, ingresó por primera vez en el hospital hace quince días, pero se recuperó y salió para continuar con los ensayos de su último espectáculo, 'La dama duende'. Nada más estrenar, en el festival Clásicos de Alcalá (en la localidad madrileña de Alcalá de Henares), volvió a ingresar en el centro en el que murió ayer.
'Ayer por la tarde estaba bien, y la noche también la ha pasado bien. La muerte le llegó dormido', explicó su viudo, Celestino Aranda, 'Celes', que señaló que tanto desde el punto de vista humano como profesional si algo definía a Narros era su 'humildad y su generosidad'. 'Era lo más grande que poseía', añadió. Todos coinciden en que fue un hombre clave en la escena española, así como en su carácter honesto y generoso. 'Honesto y afectuoso, recto y muy humano' son algunos de los adjetivos que el escritor Antonio Gala dedicó a su amigo y que dirigió dos de sus obras, 'Los bellos durmientes' y 'La truhana'.
No le gustaba que le considerasen 'maestro', porque era como situarle en la vejez y porque pensaba que el talante de la juventud es lo que le daba al teatro esos momentos 'fecundos'.
'Ayer por la tarde estaba bien, y la noche también la ha pasado bien. La muerte le llegó dormido', explicó su viudo, Celestino Aranda, 'Celes', que señaló que tanto desde el punto de vista humano como profesional si algo definía a Narros era su 'humildad y su generosidad'. 'Era lo más grande que poseía', añadió. Todos coinciden en que fue un hombre clave en la escena española, así como en su carácter honesto y generoso. 'Honesto y afectuoso, recto y muy humano' son algunos de los adjetivos que el escritor Antonio Gala dedicó a su amigo y que dirigió dos de sus obras, 'Los bellos durmientes' y 'La truhana'.
No le gustaba que le considerasen 'maestro', porque era como situarle en la vejez y porque pensaba que el talante de la juventud es lo que le daba al teatro esos momentos 'fecundos'.
