En cada página de “Por quién corren las enfermeras”, el amor, la valentía y la fuerza de un niño y su familia se entrelazan con el agradecimiento profundo de su padre hacia aquellos que se convirtieron en ángeles guardianes en batas blancas.
Las piedras milenarias del castillo de Castro Caldelas fueron elegidas como escenario para la presentación del libro “Por quién corren las enfermeras”. El escritor Juan Carlos Alonso, con el corazón palpitando entre páginas de gratitud y esperanza, presentaba su obra más íntima y conmovedora.
Una historia marcada por la fuerza inquebrantable de un niño, su hijo Hugo, quien desafiando las estadísticas más desalentadoras, emergió victorioso de un Hydrops fetal no inmune, un diagnóstico que anunciaba un 98,5% de posibilidades de mortalidad. Un milagro encarnado en un pequeño que ahora, a sus nueve años, era el protagonista indiscutible de esta crónica de resistencia y superación.
La obra no solo era un tributo a la valentía de Hugo, sino también un homenaje al equipo médico que se convirtió en el “pelotón de salvamento”, la red de héroes anónimos que lucharon junto a él en cada batalla contra la adversidad durante los más de siete meses que el pequeño y sus padres permanecieron en el hospital, alzando un faro de esperanza para todas las familias que enfrentan situaciones similares.
El escritor, que veranea año tras año en Vilarellos, una aldea de Castro Caldelas, también dejó constancia en esta “oda a la vida” de la importancia de sus raíces caldelás. “Nunha das pasaxes da obra soño como collemos o coche e viaxamos cara Galicia, contando cando empezamos a divisar o verde infinito desta terra, pasamos por Torbeo e logo a Castro con Hugo e os seus 4 amigos de odisea”, explica el autor, conmovido por su experiencia personal.
Tras la presentación en Barcelona hace un mes, en la que estuvo acompañado por Manel Fuentes, este sábado, en Caldelas, la presentadora local, Lucía Rodríguez, se sumó al cálido ambiente del castillo, tejiendo junto a Alonso un tapiz de emotividad, en una sala que se quedó pequeña, con cerca de un centenar de vecinos. La música estuvo presente en la voz del gaiteiro local Diego Prieto.
