Cartas al director

Asistiendo a clase de Don Albino Núñez

“Ourense ciudad, una hoya; y su provincia asemeja una silla de montar” (Don Albino Núñez).

Así dibujaba en croquis esta provincia, aquel excelente pedagogo que recordamos todos aquellos que tuvimos el honor de acudir a sus clases en las aulas de Estudios Galicia en los primeros años de los sesenta. Impartía las materias de Geografía y Literatura Española. Me marcó mucho aquella docencia suya, y me lacera el espíritu, hoy avejentado, el no haber estado a la altura como alumno de tan prestigioso profesor.

Me complace ahora el poder reencontrarme con aquel verbo suyo, al leer las dos obras, “Romances da terra maina” y “Ensayos e artigos, 1956-1973”, editados por Armonía Universal, S.L., merced al tesón puesto por su familia para rescatar públicamente su memoria. Ambas obras prologadas por el académico Xesús Alonso Montero. Había asistido al acto de presentación de la primera obra, hace unos años, que recopilaba su poesía. Poseía excelentes mimbres de poeta. Poesías que escasamente fueron objeto de publicación en aquellos tiempos de la dictadura. Hombre de fe republicana, que vivió un exilio interior, que sobrellevaba con personalísima ironía. Había sido fundador de A.T.E.O (Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de Orense), y fue apartado, durante muchos años, por el franquismo de la dirección del grupo escolar Concepción Arenal de Coruña.

Me inculcó interés por las obras del Padre Feijóo, y, muy especialmente, las de Curros Enríquez y Antonio Machado. Sobre este último conservo una anécdota ocurrida en aquella academia. Un día se recibió la visita de un inspector de Educación. Tras visitar las instalaciones, fuimos reunidos en el salón de estudios. Se interesó el inspector por el nivel de enseñanza que adquiríamos. El inspector invitó a don Albino a que señalase a un alumno. No se le ocurrió más que señalarme a mí, para que hablase de Antonio Machado. No recuerdo exactamente cómo desarrollé el tema. Lo que sí recuerdo es que el inspector empezó a ponerse nervioso, y me mandó parar. Aquel incidente trajo molestias a don Albino. Advertido por el Gobierno de que no acreditaba licenciatura en Filosofía y Letras, se contrató a una licenciada, que tras su falta de empatía pedagógica con el alumnado, él tuvo que volver para impartir la clase de literatura.

Inolvidables sus esquemas para distinguir las distintas corrientes literarias: romanticismo y clasicismo; culteranismo y conceptismo. Si amenas eran sus clases de literatura, no lo eran, ni muchísimo menos, cuando impartía geografía, obligándonos a seguir sus palabras, observando los mapas en los atlas geográficos, con los que asistíamos a su clase. Hoy inmerso estoy con los temas geográficos ourensanos que se recogen en su segunda obra. Sus croquis dibujados por el mismo ahorran palabras, arte que solo manejan los grandes pedagogos. Una vez más, gracias maestro; y gracias a Armonía Universal, por recuperar públicamente su memoria.