Cartas al director

Una corona manchada de sangre

 “En la época del Estado Libre del Congo se cometieron actos de violencia y crueldad, que todavía pesan sobre nuestra memoria colectiva”. (De la carta del rey Felipe I de Bélgica al presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, con motivo de la celebración del sesenta aniversario de la independencia del Congo).

Había decidido embarcarme en una nueva lectura que me alejase del continente africano y, por ende, archivar todas aquellas reflexiones escritas que me inspiraron aquellos autores atrapados por el “mal de África”. Navegaba hacia el muelle hispano, en donde me aguardaba Ian Gibson con sus “Aventuras ibéricas”, cuando recibí la noticia de que el actual monarca belga había remitido carta al presidente de la República Democrática del Congo en la que le transmitía, al fin, una manera de petición de perdón por la actuación infame de su antepasado  y de la posterior llevada a cabo hasta después de la declaración de independencia congoleña.

La colonización del Congo es, quizás, la página más trágica y execrable de todas las que han padecido los pueblos subsaharianos. Dudo mucho en que las palabras del actual rey de Bélgica sean totalmente sinceras. Lo ha hecho en un momento en que se están produciendo multitudinarias manifestaciones en contra de su pasado colonial belga, con derribo de estatuas de Leopoldo II en todo el país. La estatua del ex monarca en la Plaza de Trôn, en Bruselas, con los ojos y manchadas de pintura roja, cual si fueran sangre, es toda una alegoría de lo que fue el Congo cuando administraba el rey el llamado Estado Libre del Congo entre 1885 y 1908 como si fuera su finca particular. 

De aquella época hube de acudir, en su día, al relato que hace de ella Javier Reverte en su “Vagabundo en África”. Es el relato histórico como preámbulo a su viaje por el inmenso Río Congo, para emular a Joseph Conrad. Un río que simbolizará como nada al corazón de las tinieblas. Como tal finca propiedad suya, Leopoldo II intenta sacar todo el beneficio suyo de aquellas tierras ricas en marfil y caucho. Necesita ingentes cantidades de mano de obra autóctona. Acude a los antiguos negreros árabes nombrándoles capataces.

Comienza la más abyecta historia de esclavitud en tierra propia.  Obliga a los nativos a trabajar durante siete años sin derecho a salario alguno. La negativa conduce a los trabajos forzados. Son obligados al trabajo encadenados como esclavos. De no conseguir las cuotas de producción establecidas, se le cortaban las manos. En muchas ocasiones a aquellos esclavos de bajo rendimiento se les cortaban las cabezas y se clavaban en estacas para escarmiento de los vivos. Se llegó incluso a reclutar tropas entre las tribus caníbales para castigar a los trabajadores poco productivos.

Han sido los efectos de la globalización. El movimiento Black Lives Matter, surgido en EEUU, tras la muerte de George Floyd ha llegado a Europa. Es hora de lavar conciencias del pasado.