Cartas al director

Margarita se va a la guerra

“La amenaza de guerra es absoluta y la sociedad no es del todo consciente” 

(Margarita Robles, Ministra de Defensa en el Gabinete de Pedrito Sánchez).


En lo que a mí se refiere, como parte de esa sociedad, no soy consciente de esa amenaza bélica. Y así es porque creo en la fuerza de la razón, y no en la razón de la fuerza. La razón se manifiesta dialogando para el objetivo de la paz. ¿Acaso no es posible? ¿Por qué no se implementaron los Acuerdos de Minsk de 2014 y 2015? Sencillamente porque Estados Unidos, líder de la OTAN, en cuya entrada se ratificó España, por la maldita gracia del PSOE, no quiere perder su rol de potencia hegemónica. Y dentro de ésta, su posición de ser el mayor productor y vendedor de armas en el mundo.

Ya he escrito lo suficiente sobre el conflicto bélico ruso-ucraniano. Me remito al texto publicado por La Región, “Noam Chomsky, una senectud lúcida” en octubre de 2022. Hubo otro más extenso, “No a todas las malditas guerras”, hace diez meses, que la Redacción no consideró útil su publicación. Las palabras de la ministra me recuerdan a una anécdota acaecida en una sala cinematográfica de esta ciudad. Era una película de vikingos. En un momento del film, el líder vikingo se dirige al dios Odín preguntando si deseaba la guerra o la paz con el enemigo. De súbito, un espectador se levantó de su butaca, vociferando: “¡Guerra, carallo, se non se acaba a película!”. Pues, en esa estamos, armarnos hasta los dientes, para una indeseada, más virtual que real, guerra.

Vuelvo a manifestarme en mi rechazo a cualquier guerra. Asumo aquellas palabras de Eduardo Galeano: “Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan en nombre de la paz, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia y, por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero”. 

Mire, Margarita, si cree en esa amenaza, siendo como es su misión de defendernos, dé ejemplo, póngase casco y con fusil en la mano, váyase, solita, a pegar tiros a Ucrania. Sepa que la homenajearé con aquella canción infantil “Mambrú se fue a la guerra”… ¡que dolor, que dolor!...”.