Cartas al director

Ángeles de la muerte en Tlatelolco

“¡Qué poca cosa, qué inferior se habrá sentido el presidente de México ante la voz de los estudiantes, para acallarla con las armas!” (Elena Poniatowska).


El reciente premio en literatura otorgado por la Fundación Ernesto Cardenal (2024) a la escritora y periodista franco-mexicana, me ha llevado a releer sus relatos sobre uno de los episodios sangrientos que tuvieron lugar en Ciudad de México en el último trimestre de 1968. Sobre los mismos, el editor español Guillermo Escolar reimprimió en 2021 “La noche de Tlatelolco”, de Poniatowska, donde la autora recoge testimonios de aquellos estudiantes que vivieron la cruenta respuesta del Gobierno a sus demandas. Respuesta catalogada como masacre.

Una masacre de la que fue testigo presencial la periodista italiana Oriana Fallaci, un icono femenino de la corresponsalía de guerra. Amén de testigo, fue herida de bala tras la entrada de las fuerzas represoras, militares y el Batallón Olimpia (agentes civiles infiltrados entre la masa estudiantil) en el Edificio Chihuahua en la Plaza de las Tres Culturas en el barrio de Tlatelolco. Pude visitar aquella terraza, ocho años después de aquellos sucesos, invitado por un matrimonio mexicano amigo, aún residentes del edificio. Permanecían los impactos de bala en las paredes, lo que indicaba que se abrió fuego de forma indiscriminada. Oriana Fallaci llamaría a aquellos sucesos como la “matanza de Herodes”. Fallaci guardaría eterno rencor hacia México, jurando no volver a pisar tierra azteca.

1968 fue un año histórico para los movimientos estudiantiles en muchos lugares del mundo. Viví como partícipe el que tuvo lugar en España, antesala del 68 parisino. Jamás tuve conocimiento de que se produjera una represión tan brutal, sanguinaria, como la acaecida en México, D.F. ¿Por qué? El Gobierno autócrata del PRI no permitiría dar la imagen al mundo de un país socialmente inestable a diez días de celebrarse allí los Juegos Olímpicos de 1968. Sea cual fuere el número de muertos, heridos, detenidos o desaparecidos, el hecho puede definirse jurídicamente como un crimen de Estado. Un crimen sin castigo. Luis Echeverría, a la sazón secretario de Gobernación, mayor responsable de los hechos, jamás cumplió condena. Ya como presidente de Gobierno, se produjo otra masacre de estudiantes el jueves del Corpus 10.06.1971 por parte de fuerzas paramilitares en una operación llamada como “Halconazo”.

A aquellos jóvenes les dedicaría un hondo epitafio Poniatowska: “Un joven es siempre una incógnita. Matarlo es matar la posibilidad del misterio, todo lo que hubiera podido ser, su extraordinaria riqueza, su complejidad” (“La noche de Tlatelolco”). Enhorabuena, doña Elena, por el nuevo premio de tantos recibidos.