Cartas al director

Un poeta rescatado del olvido

“Sé que llorándome están/los que en vida me quisieron,/y los que me persiguieron/de mi muerte se holgarán,/pues ya se fastidiarán/si al fin y al cabo revivo/que vivo porque no vivo”

(Santiago Marcos Marcos, poeta vallisoletano, 1904-1997, “Que vivo porque no vivo”).

En junio del año que acaba de finalizar, el escritor lucense y profesor en la Universidad de Santiago de Compostela, Claudio Rodríguez Fer, publicó en la Editorial el Viejo Topo “Santiago Marcos, poeta topo contra el fascismo”, en la que trata la vida y obra del singular poeta Santiago Marcos Marcos. Una historia, como otras muchas, de la que desconocía por completo. Supe, eso sí, de muchas personas que pasaron años escondidos, a salvo de la represión tras la sublevación de las tropas franquistas. Aquellas personas fueron conocidas como “topos”.

Santiago Marcos vivió como topo durante veintidós años en una bodega familiar. Habiendo estudiado Magisterio ejerció de maestro en su localidad natal de Roales del Campo. No tenía afiliación política alguna, si bien, no ocultaba su simpatía hacia el socialismo. Ante aquella oleada de terror desatada por hordas falangistas, temiendo por su vida se refugió en la bodega del sótano del hogar. El mismo poeta lo explica: “¿Y cuál fue el motivo/o el pecado cuál,/para perseguirme/con ferocidad?/pues por rojo, escéptico/y anticlerical” (Poema de “Surgió el Alzamiento”). Para protegerle su familia dio como noticia, su fallecimiento. Así llegaron a la conclusión sus perseguidores tras años de búsqueda infructuosa, incluyendo la paliza dada a su madre para informar de su paradero.

En una ocasión habiéndose roto una pierna en el refugio, tuvo que ser atendido por un médico. Hecho del que tuvo conocimiento la Guardia Civil. Detenido, y sin cargo alguno que pudiese imputársele fue puesto en libertad. Judicialmente no existía, ya dado por muerto, como muertos quienes pudieren haberle delatado. Habían transcurrido veintidós años de escondite. Decide, entonces, exiliarse en Francia. Creía que aquellos poemas escritos durante su refugio verían la luz en el país galo. No fue el caso. Para los amigos en el exilio, consideraban aquellos poemas “demasiado fuertes”. Vuelve a España. Vuelve a otro exilio, al penoso exilio interior que es el olvido a su obra.

Su obra plena de metáforas a la usanza de quintillas, romances y sonetos. Santiago Marcos se definiría como “maestro, poeta, hombre topo durante un cuarto de siglo, y superviviente-por chiripa-de la cruel matanza inspirada, desencadenada y mantenida contra el pueblo español por el déspota más inhumano e indigno de cuantos pisotearon y empobrecieron a España a través de los siglos”. Bienvenido a la luz púbica de los lectores, Santiago Marcos.