Cartas al director

J.L.Gómez Barril, un vitalista

n  n  nComo una marca personal, el pariente Gómez Barril, hijo de una prima carnal materna, Berta, a la que casi ayer despedimos, ejerció y era conocido allá donde iba, en ese no pasar indiferente a nadie, porque cuando se irradia simpatía las fronteras se abren, cuando se está atento a todo y hasta se indagan los gustos de los que vamos o nos van a visitar, también, lo que denota un don exquisito por hacer grata la vida del otro. Y todo esto era como un patrimonio que le venía por vía materna del abuelo Luis Barril, un eminente cantero conocedor de todos los secretos constructivos de una casa de solera, cincelador y artista de la piedra como pocos e infalible asentador, por demás, exquisito contador de historias que a un incordiante hermano mío amago de sentar en hormiguero, corrigiendo así su impenitente manía de preguntar por todo, sin esperar respuesta.

José Luis en esa edad, que hoy aun temprana consideramos, se nos fue sin previo aviso en esa calle y ese mundo en que se  desenvolvía con soltura, siempre presto a la sonrisa, a abrazar a amigos, que muchos tenía, y en sacarle punta a todo haciendo gala,  incluso  una comicidad de algo serio, cuando habían de liberarse tensiones. Un trotamundos como él era, fue ese hombre idóneo para ser delegado de las Cajas en Venezuela, donde se desenvolvía con singular maestría; pasó por casi todos los grados de la banca desde botones, con una promoción inmediata a la escala administrativa allá por los 60 en las oficinas de Banesto donde llegaría a ser un experto en moneda extranjera hasta que fue captado por Rafael Laguna, a la sazón director de Caixa Ourense, que vio en él un activo para el relanzamiento de esta actividad dentro de la Caja que tanto se movía en el mundo de las divisas enviadas por los emigrantes en Europa y países americanos de habla hispana. Esto le valió ser considerado por la Ceca (Confederación Española de Cajas de Ahorros) para su promoción como delegado en Venezuela. Desde este exitoso desempeño en el que varios años, a la vuelta le valdría para ocupar la dirección de las oficinas más relevantes de Caixa Ourense e incluso una jefatura de Zona.

Requerido por sus compañeros jubilados ocupaba la presidencia de este colectivo donde sus iniciativas potenciaron sensiblemente la actividad de un colectivo dinámico y viajero por todo el país.

Si rica la vida de este pariente, en otra faceta, la del mecenazgo deportivo, relevante. En su era como presidente del fútbol Sala ourensano lanzaría al equipo a la División de Honor obteniendo además unos cuantos éxitos, en esa llamada edad de oro de esta disciplina, para lo que contó, por un afortunado azar, con ese hombre, entrenador excepcional, que era Pepe Martín. Esfuerzos sobrellevados por un desmedido entusiasmo, no pocas veces en detrimento de su peculio.

José Luis que no paraba, lo que se dice, andaba como embarcado en unos viñedos allá por las tierras que se caen al Miño en Ferreiros-San Eusebio, que pronto convertiría en olivares, porque, o le parecía, con más proyección, o simplemente porque más le atraían los olivos que las cepas, pero mucho más los caballos en esa afición que por tardía podría tomarse si no supiésemos que asistente a varios concursos hípicos, nunca se perdía  el de Ferrol, donde, me cuentan que  estando promocionando la modelo Paloma Lago el concurso, subió invitado al palco, y ella que andaba ocupada en su faceta de promotora, olvidaba sus compromisos, para reirse con las ocurrencias de este inimitable José Luis que tanto irradiaba con su presencia, y ahora, en su ausencia, de menos echaremos.

Que los hados te sean propicios como acá lo fueron para quien tanto partido sacó de la vida. 

Mientras, Maricarmen, sus hijos, y sus dos hermanos, Jorge y Roberto, reciban el calor de nuestro sentimiento.