No se salva ni uno. Ni de izquierdas, ni de izquierdas de la izquierda, ni de centro, ni de centro izquierda, ni de centro derecha, ni de derechas, ni de derechas de la derecha, o de cualquier otra tendencia.
Todos los políticos, sin excepción., han hecho el más penoso de los ridículos en su afán de ganar protagonismo y querer ganar cuota de poder, de espaldas a la ciudadanía que ha asistido impotente a un espectáculo bochornoso.
Ninguno de los líderes políticos de los principales partidos ha demostrado un interés real en desbloquear una situación que se está volviendo insostenible y que no augura buenos presagios por los inciertos resultados de las próximas elecciones del 10 de noviembre, con el fantasma de una masiva abstención en perspectiva.
Si Pedro Sánchez no se ha mostrado muy dialogante para intentar acuerdos, tampoco se lo han puesto fácil los líderes de los demás partidos. Pablo Iglesias no se ha movido un ápice de sus pretensiones de un Gobierno en coalición con el PSOE, Pablo Casado se ha sentado a ver pasar por delante el cadáver de su enemigo, y Albert Rivera solo ha tenido una débil reacción en el último momento, que ha llegado tarde.
Ha quedado manifiestamente demostrado que todos los líderes políticos actuales han fracasado estrepitosamente porque han querido mantener sus posturas sin sentarse a dialogar, que es el único camino para lograr acuerdos.
Ante el panorama de las próximas elecciones es necesaria una renovación en la cúpula de los partidos, pues de lo contrario nos vamos a encontrar con más de lo mismo, lo que puede generar una mayor abstención, o, en el mejor de los casos, una dispersión de votos, que puede hacer aún más difícil la gobernabilidad de un país que está pidiendo a gritos un Gobierno que garantice la estabilidad política.
