Cartas al director

La sanción

Ayer le fue notificada una sanción de la Policía Local al nieto de mi amigo y vecino, el más viejo de la parroquia, por aparcar hace meses solo un momento sobre la acera (le llama “beirarrúa” el muy…) para recoger un reloj de pared de la joyería. El tiempo justo de salir y meterlo dentro. Luego, más tarde, avisado y coincidiendo con ellos en una cafetería invitó a la pareja a unas cervezas y parecía que se habían olvidado ya de tal sanción. O al menos así se lo dieron a entender. O parecía.

Pero hoy, cuando llegó a comer, apenas comió y lo que tragó lo hizo acompañado de maldiciones. No es que fuera por los 100 euros, -que se quedarán en el 50% si la abona antes de 20 días- sino por la invitación que tuvieron la cara de aceptar todo sonrientes.

Cuando se marchó otra vez al trabajo, su abuelo, a quien tampoco le gustó la jugada, le dio los cincuenta euros. Le aconsejó que no deseara que se lo gastaran en medicinas y si volvía a coincidir con ellos, les invitara otra vez como quien no sabe nada de tal sanción, que seguro que eso les cabrearía más. Que 50 euros ni van ni vienen, aunque a veces se tiren y gasten de tal manera tan errónea. Saludarlos siempre con toda la mejor de sus sonrisas cuando los viera, aunque en su interior se estuviera acordando de su santa madre. Que la tal señora no tenía ninguna culpa. Ya bastante tuvo con parirlos.

Y por el camino va que algún policía local de este mi pueblo de la Muy Leal y Noble Villa de Negreira anda y se comporta, encontrará muy pronto con su llave maestra que no es otra que sufrir en su propia carne tanta chulería que un uniforme tan recargado de autoridad y poder mal llevado puede llevar consigo. Al tiempo.

Ya no es el primero de la plantilla, que a medio camino ha variado totalmente el rumbo y dirección  de tales comportamientos, teniendo que abandonar aquellos aires de arrogancia, engreimiento o jactancia demostrada con bastante suficiencia a lo largo de algunos años. Ejemplos tiene y hay. Incluso partes médicos -tranquimazin colateral aparte- y actas de juzgado incluidas.

Y ojalá no sea demasiado tarde, pues en la vida uno tiene que mirar tanto para abajo, para fijarse si está pisando a alguien, como para arriba para tener presente que siempre hay alguien que nos cuida y protege, o adelante para saber a dónde se va y para atrás, para no olvidar de donde se viene.