Cartas al director

La ley de causa-efecto

En un nivel personal debo decir que hace tiempo dejé de creer en ciertas leyes vigentes en el país; aunque fundamentalmente haya dejado de creer en quienes las proponen o las evocan con tanta frecuencia, ya que son posiblemente quienes más las vulneran. De modo que lo que ayer era un delito, por ejemplo el aborto, hoy es un derecho, y lo que ayer era un derecho, por ejemplo la presunción de inocencia, hoy es un delito. 

No sé si esas leyes entienden de machismo o hembrismo, pero convendría quizá reflexionar sobre ello. Decía hace años la exministra Carmen Calvo que la violencia de género alcanzará su fin en el momento en que la mujer alcance el poder; sin más comentarios.

No es mi ánimo desde luego contravenir opiniones como la de la señora Calvo, que por otra parte me parece enormemente respetable, pero en un tema de tan alta sensibilidad entreveo, evidentemente, un trasfondo político que en modo alguno comparto y todavía perdura. Y es que dudo que lleguemos a encontrar el punto de equilibrio planteado como cuota de poder en una cuestión que exige el mismo compromiso moral a la mujer que al hombre. 

En este sentido, próximamente se celebrará el Día Internacional por la Vida y cada 20 de noviembre el aniversario de la Convención de los Derechos del Niño. Lo que nos podría sugerir quizá la importancia de avanzar contra la violencia de género a través de erradicar el maltrato sobre el feto, que algunos llamarían terrorismo hembrista. 

Son argumentos para la reflexión, cuando menos... A no ser que con la sospecha en la mano se esté pretendiendo colocar sobre todos los hombres un brazalete: el de culpables.