Cartas al director

Contentillos

Creo que la mayoría de los españoles que hemos ido pasando páginas desde años de dictadura, la deseada etapa de la transición, y las más o menos acertadas etapas de la democracia, nos da igual en dónde y cómo acaben los restos del caudillo.

Tanto si los dejan donde están como si por el hecho de satisfacer su deseo personal de arreglar cuentas se los llevan a cualquier esquina del país, los restos son eso, solo restos; que cada uno le dé la importancia que quiera, la historia ya es historia, y nada ni nadie va a cambiarla.

El hecho es que Pedro, Pablo y compañía han cogido como objetivo el remover en la mierda que todos los españoles teníamos apartada de nuestras preocupaciones cotidianas.

Aunque les cubra un mar de razón, si hubiesen llevado en sus alforjas un mínimo de vivencias de la historia de España con alguna página de la postguerra seguramente lo considerarían para no reabrir heridas innecesarias 

En este país ha habido buenos gobernantes con buena vitola de socialistas, como Felipe González Márquez en varias legislaturas, y no han perdido el tiempo en gestionar un acto simbólico como una exhumación que, dicho sea de paso, tanto con gobernantes de izquierda como de derecha, en este país siempre que surgía la necesidad de realizar semejante acto, los llamados a dar su autorización son los familiares más directos en línea descendente directa consanguínea.

Mira que han creado revuelo, todo para despertar de la memoria de los españoles eses malos recuerdos que deja una cruenta guerra civil, esperemos que se quede en una historia para nunca más repetir.

¿Por qué se prioriza en algo banal? Teniendo múltiples problemas a los que hay que enfrentarse, parecen estar echando un pulso a no se sabe bien qué, sin hacer un mínimo de reflexión. Con su bisoñez, los que manejan el estandarte de tal acto ¿no estarán dando respuesta a su ego y de paso ganar un puñado de votos que nunca vienen mal, aunque vengan cargados de morbo?

Al que suscribe le da lo mismo unas que otras. Los dichos populares dicen: dejemos tranquilos a los muertos que además solo son eso, muertos. Aunque sería bueno ver la cara que pondrían los promotores, si a ellos se les encargase la tarea de realizar personalmente el acto al verse cara a cara con ese muerto “especial”.