Cartas al director

La barbarización de los políticos

En una sociedad tan cambiante, dominada por la inseguridad que produce la perplejidad, los políticos se mueven en un terreno resbaladizo. La pretendida pluralidad de valores, fomenta el escapismo de lo que debería ser la fidelidad a unos principios y a normas previamente aceptadas. Esto ha llevado a decir recientemente a algún político: “Nosotros tenemos principios”, a lo que otro político de otro signo respondió: “También nosotros tenemos principios”. ¿Qué principios? Tenemos barbarización de la política cuando el comportamiento de los políticos se desarrolla de forma torticera en la gestión de los principios de la política. Uno de estos principios es observar los pactos constitucionales libremente establecidos.

 La barbarie y la política son dos conceptos que mutuamente se repelen y se atraen. No hay política sin barbarie y no hay barbarie sin política. Determinadas acciones de los políticos son expresión de barbarie. El golpe de Estado de Donald Trump ha sido la explicitación política de un fenómeno que venían incubándose en muchas sociedades. Ninguna sociedad está libre de la barbarización de la política. Lo ocurrido forma parte de tendencias erosivas que amenazan con abrir un ciclo político destructivo que desembocó en las condiciones en las que se desarrolló el odio como instrumento político. El enfrentamiento a muerte de la barbarie de los totalitarismos acabó triturando todo lo que se le ponía por delante. La barbarización de la política a la que estamos asistiendo advierte de un proceso de degradación de la convivencia y de las aspiraciones sociales, incluso las más elementales: el progreso y la calidad de vida.

 Entre los grandes supuestos de fondo de la democracia se encuentran la renuncia a la dialéctica “amigo-enemigo”, que postulaban los fundadores del nazismo, y la consideración de los “adversarios” políticos como personas dotadas de dignidad, derechos y libertades a los que no puede ni debe cosificar. Ciertos sectores de nuestra sociedad prefieren la barbarización de los políticos. Tales maneras de pensar y proceder son estimuladas sistemáticamente por determinadas prácticas y por todos los que cuestionan los resultados electorales, los que repiten constantemente la ilegitimidad de los cargos públicos sin aportar pruebas suficientes.

 Para neutralizar el proceso de barbarización se requiere el compromiso eficaz de los medios de comunicación social. Pero esto no es suficiente, se impone un proceso de higienización de la ciudadanía.