Cartas al director

La trinchera del pícaro

Nuestra sabiduría popular está cuajada de refranes, frases hechas y dichos que innegablemente explican nuestra manera de ser, la cual apunta hacia un estilo divertido y con frecuencia poco honesto que nos hace mucha gracia; no en vano en nuestra ingente y magnífica literatura tenemos un género propio, la picaresca, que no ha sido capaz de diseminarse por la geografía mundial con la rotundidad de la que hemos hecho gala en este país.

En una ocasión alguien me contó que en Dinamarca, país que se supone referente en pedagogía y por algo será, existe en el metro una puerta sin cerrojo al lado del torno de acceso al andén. Ante la curiosidad infantil se resolvió que dicha puerta es utilizada por aquellos que “de ciento en viento” no tienen posibilidad puntual de pagar lo que vale el viaje. El tierno infante razonó a sus apenas diez años que en España eso no sería posible, a lo que el adulto no respondió sino con una sonrisa de medio lado que evidenciaba su asentimiento.

En este mes, desde la escuela, vamos a asistir a un “sálvese quien pueda” aderezado con cuarto y mitad de “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Si sometemos al alumnado de bachillerato a la prueba de que expliquen el sentido de estos mensajes muchos “no darían en el clavo”, no obstante estoy convencido de que sabrían ejercer el sublime arte del que hace gala el insigne “espabilao” de pura raza que sabe sacar partido sin mérito alguno.

A todo ello contribuyen los políticos de medio pelo que han mal decidido sobre los designios de la educación con órdenes poco reflexionadas y medianamente cabales dejando a los profesionales sin amparo, llenos de dudas por las ambigüedades y con el lastre de “voluntarias” asignado a las tareas, así como el repelús que les ha dado a la hora de mencionar la palabra “septiembre”. Conclusión: este mes de junio estamos asistiendo a un festival de la sinvergüencería, a una orgía de picaresca favorecida por padres capaces de pagar a profesores particulares para que, conectados a la par que el nene, le resuelvan el examen al gachó, quien se ha pasado la cuarentena con una mano en sus partes y la otra en el mando de la Nintendo.

Creo que se me nota harto, sí. También frustrado, agotado y sabiendo que la escuela en este país es simplemente una guardería para que los papás trabajen. También pienso que mi desempeño profesional se parece más al de un inspector de mentirosos que al de un profesional a quien encandila el arte de la docencia. Políticos, dejadnos hacer nuestro trabajo, consultadnos, a buen seguro os sorprenderá la lucidez de muchos de nosotros. Padres-madres, confiad en nuestro esfuerzo y contribuid a que tus hijos e hijas se conviertan en adultos honestos. Cuando comience el curso que viene espero y deseo que esta experiencia ridícula pase a la historia como un parche circunstancial. No podemos consentir que la devaluación en la que ha caído la enseñanza en estos meses se prolongue sine die, es vergonzoso y contraproducente. En fin, llega junio, “marica el último”.