Opinión

Cita en La Rioja

El presidente del Gobierno ha dispuesto otorgarse un baño de multitudes que Moncloa ha decidido celebrar con carácter presencial porque una ceremonia como la que Sánchez prepara no puede de ninguna manera producirse de forma telemática. Los que conocen La Rioja saben que el monasterio de Yuso es un marco imponente para celebrar un acto semejante. Al fin y el cabo, lo que el gurú ideólogo Iván Campo imagina para celebrar el hipotético triunfo de Sánchez en los campos comunitarios no puede reducirse a un mero trámite sino que necesita de una gran pompa y mucha circunstancia. Y pide un escenario como San Millán de la Cogolla, un ámbito extraordinariamente adecuado para montar uno de esos números que comienzan a gustar en exceso a un presidente cada vez más aficionado a las grandes celebraciones y a los fastos desmedidos para recrearse en la exaltación de sus propias hazañas.

Lo que no acabo de entender es cómo se las va a arreglar el presidente Sánchez para obligar la asistencia presencial de todos los presidentes autonómicos incluyendo en el lote a los más reacios. Moncloa ya ha advertido a Torra y Urkullu de que no vale faltar y que se exige la asistencia a la cita del mismo modo que el príncipe Von Matternich se rodeó de la más alta representación de todos los países de Europa cuando se convirtió en divino anfitrión de las naciones que habrían de reconfigurar el continente tras la caída de Napoleón. Como dijo uno de sus asistentes, “el Congreso danza pero no avanza”, para significar que no hubo mejor emplazamiento para la diversión y el cultivo de las relaciones sociales, pero las conquistas en materia de geopolítica eran decididamente insuficientes. Estaba programado para durar un mes y duró casi un año, y en mitad de la cita, Napoleón se escapó de la isla de Elba, desembarcó en Francia, y volvió a ostentar el poder durante cien días hasta que Wellington -que tenía la jefatura de la representación británica- hubo de abandonar sus sesiones para darle caza. Le ganó en Waterloo y el emperador fue confinado definitivamente en Santa Elena hasta su fallecimiento.

Pedro Sánchez quiere darse un homenaje aunque lo conseguido en Bruselas permanezca sujeto a dudas e interpretaciones varias. Y no admite disidencia bajo amenaza de no darle un duro al que no vaya. Soberbia, mucha soberbia, márquetin, mucho márquetin, poco avance y mucha danza.

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