Opinión

Entre mastines y bozales

Que el perro es el mejor amigo del hombre no es solo un dicho popular, tiene origen y fundamento. Corría el año 1869 cuando un abogado americano representó a un humilde granjero, dueño de un perro de caza que fue brutalmente asesinado a sangre fría por un varón adinerado que le propinó varios disparos sin mediar causa mayor que el hecho de que le repugnaba el can de su vecino. En las conclusiones, el letrado hizo un alegato desde el corazón del perro, enunciando esa popular frase. Ganó el juicio y, a partir de ese momento, cambió así la legislación en Estados Unidos en lo que a derechos de los animales respecta.

El pasado fin de semana nos consternaba el ataque perpetrado por un mastín en O Bolo, hiriendo a cuatro personas, tres de ellas de gravedad. Este, y otros hechos similares, deben hacernos reflexionar a todos sobre las medidas de seguridad que adoptamos con los perros y que, sobre todo en el rural, raramente cumplimos.

Los perros representan una parte importante en nuestras vidas. Nos traen beneficios con su compañía y los consideramos como parte de nuestra propia familia, pero es necesario conocer los límites y tomar las debidas precauciones.

Cientos de familias ourensanas disfrutan, en este nublado agosto, de unos días en el pueblo o refugian allí a sus pequeñas criaturas, al amparo de los abuelos para poder conciliar mientras aguardan el inicio del curso escolar. En la aldea viven decenas de perros, que normalmente hacen muy buenas migas con los pequeños, pero que en ocasiones ven amenazado su instinto maternal, quieren proteger su comida, defender su territorio, tienen fobias o no fueron socializados, lo que choca con las ansias de jugar de los traviesos niños. Un cóctel peligroso del que, a veces, los adultos no somos conscientes.

Este riesgo no afecta solo a los críos; ciclistas, corredores, conductores de ciclomotor, motocicleta, quad o simplemente ciudadanos que pasean o disfrutan de una ruta de senderismo, solos o en compañía. Todos tienen derecho a gozar de sus actividades con la seguridad y la tranquilidad de no ser potenciales víctimas del ataque de un perro al no saber interpretar sus comportamiento o no comprender sus señales.

Además de las precauciones achacables a los adultos hay otras que deben cumplir los propietarios de los perros, que están normativizadas y que en ocasiones, sobre todo por exceso de confianza, no se toman. La ausencia de este tipo de prevenciones lleva aparejada sanción administrativa. Al igual que sucede con cualquier otro tipo de infracción o delito es imposible poner un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad detrás de cada ciudadano. Es un tema de concienciación y de educación porque en medio de mastines y bozales el sentido común es la inflexión.

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