Cargamos las tintas sobre las cifras. Cinco millones, según el Inem; 6 millones, según la EPA. Son registros de récord. Pero no son números, son personas sin trabajo, ahogadas en la tragedia cotidiana de no tener con que pagarse la compra del supermercado. Muchas de ellas eran hasta hace poco familias acomodadas. Unas holgadas, otras con estrecheces, pero todas con las necesidades básicas resueltas. Tenían para ir tirando. De la noche a la mañana se han encontrado con la cartera y la nevera vacías. Dibujan el nuevo retrato de la pobreza en Ourense. No es una exageración. Pregunten en la Cruz Roja o en Cáritas. Les explicarán que son familias de clase media las que hacen cola a las puertas de le beneficencia. Certifican el fracaso de un gobierno que hace unos días hizo el gesto de tirar la toalla en la batalla contra el desempleo. El solo hecho de insinuarlo es una traicionera dejación de funciones que nos condena, literalmente, a la miseria.
