Me gustaría poder explicárselo, sufrido lector. Que para eso me prestan a diario este púlpito periodístico. Pero esta vez tampoco lo entiendo. A ver: cuando la oposición pide a Rajoy que responda en el Congreso a las acusaciones de Bárcenas, el presidente dice que rotundamente no, que un corrupto no marca su agenda. Apenas 24 horas después, el PP dice que bueno, que se lo está pensando. A continuación decide que lo deja en manos de la Diputación Permanente del Congreso, que casualmente controla el PP. Después de unos días mareando la perdiz, todo apunta a que Rajoy acabará haciendo lo que dijo que en modo alguno haría, esto es, comparecer voluntariamente obligado. En fin, va a tener razón Woddy Allen: 'La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema'.
