Opinión

Xinzo de Limia, Gánade, Miño y Barbantes

Han transcurrido 650 años desde la finalización de las guerras fratricidas entre los hermanos Pedro I y Enrique de Trastámara, con la desaparición sangrienta del rey Don Pedro y el inicio de la nueva dinastía con la entronización del nuevo monarca Enrique II. Las poblaciones a las que hoy hacemos un recordatorio de honor, es debido a la singular y trascendental historia en la que fueron actores importantes sus antepasados, habitualmente olvidados, pues aunque hablemos de los principales protagonistas, sabemos que sin el apoyo de sus gentes, sus gestas -con luces y sombras- no hubieran sido posible. El valle del Limia desde antiguo había sido utilizado como una vía natural de penetración hacia el interior del suelo peninsular desde el Noroeste: los griegos habían fundado Anphiloquia menor en la misma zona que los romanos, siglos después, establecieron su colonia Gentia, nombre debido a la ingente cantidad de personas y tribus allí concentrados (30.000 decía Andrés de Cornide y Saavedra), la Límica, patria del cronista del siglo V Idacio, hoy Xinzo de Limia capital de la misma comarca ourensana. 

Si retrocediésemos al primer tercio del siglo XII, cuando Alfonso Enríquez conde de la Tierra Portugalense, primo de Alfonso VII rey de León y Emperador de Hispania, trata de ganar tierras para su condado, veríamos cómo se gana la voluntad de los señores de Toroño y de la Limia, al objeto de ir creando una zona de influencia entre los ríos Miño y Limia, con la mirada puesta sobre todo en la ciudad de Tuy, aprovechando las diferencias existentes entre los señores gallegos y la Corona leonesa, tras el fallecimiento de Alfonso VI. Las incursiones de Alfonso Enríquez sobre las tierras del sur de Galicia son continuas. Alfonso VII y sucesores mandan construir o reedificar castillos y torres defensivas en la zona al efecto y frenar o castigar tales incursiones: Milmanda, Vilanova dos Infantes, Arauxo, Sandiás, Celme, Porqueira, Portela da Pena… procedimiento que sigue su primo por las mismas razones: Lapela, Melgaço, Bragança… Es una situación difícil, militar y económicamente insostenible, máxime que ambos reyes tienen otros frentes político-militares abiertos en el Este con Navarra y al Sur con los almorávides. Así el conde portugués y su primo Alfonso VII han de firmar un tratado de no agresión en Tuy, 1137, donde quedaba clara la autoridad del emperador, aunque se dejaba abierta la posibilidad de un futuro reconocimiento a la nueva entidad jurídica de Portugal como reino. Después de varios tratados incumplidos y de la inestabilidad política en los territorios de ambos primos, se llega a la conferencia de 1143 en Zamora, donde se reconoce la existencia del reino de Portugal, pero bajo la autoridad de Alfonso VII rey de León y Emperador de Hispania. Esta situación no resultaba la más apetecida por el rey portugués Alfonso, quien llega a la conclusión de ofrecerse en vasallaje al Sumo Pontífice en 1144, al efecto de sacudirse el yugo de su primo el Emperador. La aceptación y firma pontificia de tal propuesta tardaría 35 años, y así desde 1179 Portugal será considerado reino a todos los efectos. 

Para Alfonso I de Portugal la frontera no le resultaba justa ni permanente, y las incursiones se llevarán a cabo periódicamente, aprovechando los momentos de debilidad crítica de su adversario, como ocurrirá tras el fallecimiento del Emperador y la nueva división del reino entre sus hijos Fernando II, León, y Castilla para Sancho III. La inestabilidad fronteriza será uno de los signos de los siguientes reinados y en ambos territorios los reyes habrán de disponer de señores fieles que defiendan sus intereses.

En Galicia, los Castro adquieren preponderancia desde el siglo XII, sustituyendo en poder e influencia política a los Traba, con lealtad demostrada secularmente a la monarquía castellano-leonesa, ocupando los principales puestos de la administración territorial, primero como merinos, luego adelantados del reino de Galicia y señores jurisdiccionales de Lemos, Monforte y Sarria, pertigueros mayores de la catedral de Santiago, patronos de los principales monasterios galaicos. No obstante, como señores fronterizos no dejaban de estar atentos a los intereses de unos u otros monarcas así como de sus conveniencias particulares. Incluso tuvieron familiares en el nuevo reino luso como el caso de Pedro Fernández de Castro, "el de la guerra", que tras la muerte de su padre Fernando Rodríguez de Castro se formó en el palacio del Conde de Barcelos, su tío Alfonso Téllez, lo que no impidió que volviese a la obediencia castellana y recuperase los títulos y bienes familiares. Su hijo Fernán Ruiz de Castro, ya conde de Trastámara, y llamado "toda lealtad de España", seguirá los pasos de su padre al lado de Alfonso XI y ahora de Pedro I. 

Tras la dilatada contienda y el final luctuoso en los campos de Montiel, marzo de 1369, la victoria trastamarista suponía un cambio político y social profundo, con una oferta de buen gobierno para todos, incluso perdón a los vencidos. Pero si el conflicto político terminó de la peor manera posible con el asesinato de Pedro I, sus fieles seguidores quedaron defraudados profundamente en el fondo y por la forma, pero conocían perfectamente que en el sistema de vasallaje propio de la época, las lealtades se pagaban y las infidelidades tenían un coste.

Y Fernán Ruiz de Castro ha de huir a Portugal tras perder todas sus propiedades y títulos como derrotado y por no reconocer al nuevo rey Enrique II. Entre sus fieles seguidores figuraba su hermano Alvar Pérez de Castro, propietario y señor jurisdiccional de Xinzo y los demás pueblos hoy recordados, que pasarán a manos de Juan Rodríguez III Señor de Biedma “nuesto vasallo, que por muchos servicios buenos que nos habedes fecho e facedes cada día, damos vos e facemos vos merced para ahora e para siempre jamás para vos e para vuestros herederos, los lugares de Ginzo, Gánade, Miño e Barvantes e todos sus términos e con la Justicia Civil e Criminal e con todas las rentas… por cuanto los lugares sobredichos (eran) del dicho Alvar Pérez (que) está en nuestro deservicio.  Fecho 14 días de julio de 1369.  Nos el Rey”.

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