Opinión

Argentina o la fascinación por el abismo

Lo que pensábamos que era un absurdo imposible, sucedió de una manera impensable y espectacular. Superando los cálculos de la lógica y de lo que entendemos por equilibrio racional. El pasado domingo día 19 de noviembre, los argentinos eligieron al excéntrico (por decirlo de una forma suave) ultraderechista y ultraliberal anarquista, Javier Milei, líder de la coalición “La Libertad Avanza” como presidente de Argentina con el 55,7% de los votos, mientras que su oponente el peronista, Sergio Massa, actual ministro de Economía, lograba el 44,3%, casi tres millones de votos menos que Milei. Un triunfo limpio, contundente e indiscutible de Milei. Nadie de sus oponentes lo discute, ni sugiere la menor duda. Algo muy distinto a lo que se proponía hacer él si hubiera perdido. Al estilo marrullero del estadounidense Donald Trump, unas semanas antes del día de la votación, anunció que sus adversarios preparaban un fraude masivo del conteo de votos. Ante un triunfo personal tan arrollador no cabían dudas. La noche electoral millones de argentinos celebraron con gritos de apasionado lirismo la victoria del singular personaje. No cabe duda de que Argentina es el último lugar donde reside el exotismo, donde se cultiva con entusiasmo febril el disparate.

A lo largo del último mes hemos visto a Milei hablar, gesticular, gritar, insultar, habitar en una esquizofrenia gozosa, un imbécil satisfecho en una Argentina imaginaria. Ofrecía una mitología radiante del país despojándolo de todo vestigio humano. Huyendo de los abismos de los tóxicos populismos peronistas, ofrecía la banalización de los años de la tortura y la nostalgia brutal de los Videla.

Al conocer los resultados, Milei gritó: “Hoy comienza el fin de la decadencia. Hoy nosotros adoptamos el modelo de la libertad para convertirnos en una potencia mundial. La libertad para el es poner en marcha una economía libertaria, de proposiciones económicas radicales, donde no habrá lugar para el gradualismo, ni para la tibieza, ni para las medias tintas. Si no procedemos rápidamente a los cambios estructurales, caminaremos hacia la peor crisis de nuestra historia:”

"No busques..."

En esos cambios radicales está la dolarización del país, suprimiendo el peso para adoptar el dólar, eliminar el Banco Central, una drástica supresión del gasto público, la prohibición del aborto, la liberalización de la venta de armas, la ruptura de las relaciones diplomáticas con China y con Brasil y la posibilidad de vender órganos. Una Lonja de libertad para comprar y vender, sin restricciones. Al mismo tiempo se propone retirar todas las ayudas sociales en un país en el que el 40% de la población se encuentra en el umbral de la pobreza y cuatro millones sobreviven en círculos de miseria. El último año, la inflación escaló hasta el 143% anual. En esta coyuntura se comprende el triunfo de un personaje como Milei. Su programa de gobierno nos recuerda la letra del tango Yira, cantado por Carlos Gardel hace casi un centenar de años. Una de sus estrofas decía: “Yira, Yira. Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor. No busques nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor”. De Milei, los pobres no pueden esperar nada.

“Es un milagro. Una maravilla”, gritan frenéticos sus seguidores. Milei va a cambiar el país. Parece que sí, aunque haga solo la mitad de las cosas que dice, lo cambiará y habrá muchos motivos para escribir y cantar las más desesperadas melodías tangueras.

El escritor Juan Luis González, acaba de publicar una biografía de Javier Milei, titulada clara y directamente El Loco. Así le conoce gran parte de los argentinos. Al leer el libro, uno se das cuenta que el titulo El Loco, no es una hipérbole. Es una definición cabal del personaje. Basta verle moverse, gesticular y gritar para poner en duda su equilibrio mental. Manifiesta una relación muy especial con los que califica sus hijitos de cuatro patas, los cuatro perros a los que bautizó con los nombres de economistas a los que admira y en los que se inspira, los llama Murray, Milton. Robert y Lucas, pero su gran amor perruno se llama o se llamaba Conan y los cuatro actuales son clones de Conan que a pesar de haber muerto hace seis años sigue en constante comunicación con él por medio de una médium. Extraño personaje. Su abultada victoria se debe también a los votos que le aportó la candidata de la derecha clásica Patricia Bullrich, una alianza auspiciada por el antiguo presidente Mauricio Macri.

En las zonas marginales de Buenos Aires y otras grandes ciudades es frecuente escuchar opiniones de este tipo en boca de gentes que están recibiendo ayudas: “Que me retiren la ayuda, no significa gran cosa. Milei va a mejorar la situación de Argentina. Terminará conteniendo la inflación.” El humo cierra los ojos.

En el ámbito cultural y de pensamiento, sus ideas son claras y contundentes. Es escéptico absoluto en temas de medio ambiente y negacionista rotundo del cambio climático, ni viendo la Pampa convertida en un secarral cambiaría de opinión. En la diana de sus fobias más conocidas esta el papa Francisco, al que considera representante del Maligno en la tierra e impulsor del comunismo.

Javier Milei es como un clon de Donald Trump, destilado. Puro alcohol, aguardiente virgen. Esperanza Aguirre que se está revelando como la musa del liberalismo radical ha escrito en las redes: “Milei será un gran presidente que hará volver a la senda de la ortodoxia, el crecimiento, el progreso y el bienestar a la Argentina.” Lo veremos. Lo único cierto es que el próximo 10 de diciembre, Argentina comenzará la navegación hacia un mar desconocido. Tenebrosum, como decían los romanos.

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