Opinión

Argentina frena el mesianismo locoide

A pesar de verlo gritar como un poseso enloquecido desgranando promesas políticas que harían ruborizarse a un elefante, el estrafalario ultraderechista Javier Milei era el favorito de casi todas las encuestas en las elecciones del pasado domingo, día 22, pero al contar los votos, los resultados no coincidieron con las encuestas. El ganador fue el moderado peronista, Sergio Massa, ministro de economía, que se presentó con un discurso de gama amplia e inclusiva, prometiendo que si llegaba al poder abriría una nueva etapa en la historia política del país para superar los cincuenta años de ideologías fanáticas que llevaron el país de la desolación abismo. Al frente de la alianza Unión por la Patria manifestó que si entraba en la Casa Rosada como presidente formaría un gobierno de unidad nacional del que formarían parte los mejores, sin importar a que fuerza política representaran o pertenecieran. Prometió articular una industria argentina robusta en un estado fuerte. Modernizar las reglas del empleo sin renunciar a los derechos conquistados. Promocionar la educación gratuita de calidad. En resumen, hizo una apuesta razonable en el mercado de la esperanza. Convenció a una buena de los votantes, que le situaron en cabeza entre los cinco contendientes, logrando el 36, 8% de los votos. A bastante distancia del teórico favorito Javier Milei, encarnación de la ultraderecha más disparatada. Al lado de zmilei, el brasileño Bolsonaro o el norteamericano Trump parecen corderos del rebaño socialdemócrata. Un histérico delirante, el señor Milei. A pesar de todo consiguió el 30% de los votos pasando a la segunda vuelta que tendrá lugar el próximo 19 de noviembre, día en el que Milei y Massa se disputarán en un desnudo cuerpo a cuerpo los 35 millones de votos de los argentinos.

Milei, no dice ni propone, grita unos planteamientos claramente destructores desde su partido “La libertad Avanza”. Se propone reducir el estado a la mínima expresión, suprimiendo el Banco Central y los ministerios de Salud, Educación y Obras Públicas. Retirar el peso y dolarizar la economía. Para este señor, cada uno debe velar por su salud, no la considera una tarea del estado. El que pueda pagársela que se la pague y el que no que se resigne a morir o convivir con la enfermedad. Es la deshumanización total. Lo mismo ocurre con la enseñanza, el que quiera la cultura que se la pague. Eso sí, defiende un libre mercado para las armas, considera que una pistola o un rifle son instrumentos de libertad. Matar siempre es mejor que morir. Eso sí, el mercado de órganos será libre, quien lo pueda pagar, no tiene que esperar a que otro se muera para que le donen un riñón. Np necesita morirse nadie, se lo puede comprar a un pobre vivo. Considera Milei que eso es el inapreciable don de la libertad. Por supuesto niega el cambio climático y se enfurece contra las vacunas. Por negar, niega lo que muchos de sus compatriotas vivieron y padecieron diciendo que no hubo una dictadura militar en la que el estado torturó y mató, sino una guerra abierta de los subversivos contra el estado. Una joya este Milei. Dentro de ese liberalismo deshuesado promete una rebaja drástica de impuestos y una enorme reducción del gasto público, aunque su ensoñación sería eliminarlo por completo.

Sin embargo, el blanco de sus críticas furiosas es un argentino que vive, lejos, en Roma, el papa Francisco. Lo considera un comunista, un lobo con piel de cordero. Sostiene que Bergoglio no es el representante de Cristo en la tierra, lo considera la encarnación del Maligno. Con este cliché y este talante podríamos pensar que un tipo así sería un grito vacío en el desierto, pero tiene un montón de seguidores sobre todo entre las clases medias, bajas y sobre todo entre los jóvenes cansados de las constantes crisis económicas y del descredito de los políticos. A los jóvenes les dice que va a dinamitar las estructuras del sistema y eliminar a la casta política. Se pasea blandiendo una motosierra con la que la a cortar a todos los parásitos del sistema. Javier Milei da miedo a muchos argentinos. No porque proponga un cambio del sistema sino porque es un lanzallamas y bastantes incendios tiene ya el país.

En el primer embate, el ministro de economía Massa ha conseguido frenar a Milei, a pesar de que la radiografía económica del país es desoladora y asfixiante. Como disculpa personal argumenta que solo lleva un año al frente del ministerio, que cuando sea presidente mejorará la situación. Para conseguirlo tiene mucho que mejorar. Las cifras son aterradoras, el último año la inflación se elevó hasta el 138%. Una cifra insoportable. Me decía un argentino qué en su oficina, todos querían salir a desayunar a primera ahora porque el café era unos céntimos más barato que por la tarde. Los precios no solo aumentan cada día sino cada hora y la tasa de pobreza afecta al 40% de los argentinos.

En tercera posición, en esta primera vuelta, con el 24% de los votos quedó Patricia Bullrich, al frente de la coalición Juntos por el Cambio, la misma que llevó al poder en el año 2015 a Mauricio Macri. En esta ocasión, Patricia Bullrich es la imagen de la gran perdedora. En un primer momento, aceptó la derrota, pero no felicitó a sus adversarios a los que consideraba portaestandartes del populismo diciendo: “nosotros jamás seremos cómplices del populismo, esos nidos de mafias que han destruido el país.

Curiosamente, al tercer día después de las elecciones, la señora Patricia Bullrich pedía a sus votantes que apoyaran a Milei. El anunció cayó como una bomba entre los miembros de la coalición, algunos como la UCR (Unión Cívica Republicana) consideran que las profundas y encallecidas diferencias con el kirchnerismo no deben llevar a entregar los votos a un locoide. La batalla de los próximos días por atraer el voto de los argentinos promete ser apasionante. Veremos las propuestas.

Si gana Milei veremos como la pobreza está asegurada y las armas también. Pobreza y armas, una convivencia difícil. De los argentinos se puede esperar todo. Sienten una gran fascinación por el abismo.

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