Opinión

Bloqueo informativo sobre Gaza

Entierro de un periodista palestino muerto en Gaza.
photo_camera Entierro de un periodista palestino muerto en Gaza.

El Gobierno de Israel ha extendido una cortina de silencio sobre la tragedia, cubriendo a vivos, muertos y heridos bajo el mismo sudario. Ha pasado un mes desde la brutal masacre de civiles judíos a manos de las milicias de Hamás. Era la mañana del Sabbat y el ultimo día de las fiestas del Sucot o de los tabernáculos. Al enterarse, al amanecer, los judíos acudieron consternados a las sinagogas para comentar los detalles de la tragedia y los rabinos recitaban versículos bíblicos para alimentar los fervores de la venganza. En los salmos de David y en las lamentaciones de los profetas mayores y menores hay un gran acerbo de palabras para calentar las fiebres de la venganza. La ira de Yhavé es terrible. Los más devotos recitaban el salmo que dice “me ceñiste de valor para la guerra, doblegaste a los que me resistían; pusiste en fuga a mis enemigos, reduje al silencio a mis adversarios. Pedían auxilio, nadie los salvaba; gritaban al Señor, no les respondía, los reduje a polvo que arrebata el viento, los pisé como barro de la calle.”

En los minaretes de las mezquitas chiitas del valle del sur libanés d,Aïta Al Chaab, los muecines llaman a la oración y en el interior, al grito de Alá Akbar, Alá es grande; los fieles recitaban suras coránicos de agradecimiento por el éxito de la incursión sangrienta en tierras de Israel.

Hay un fondo de fanático fango religioso en todo este terrible y sanguinario conflicto. El barniz fanático religioso es lo que le da este conflicto que se eterniza sobre los tiempos, una apasionada proyección universal.

Para el Gobierno de Israel, presidido por el halcón ultra Netanyahu, la inesperada masacre supuso una inesperada humillación. Desde la primera vez que subió al poder hace más de tres décadas, su obsesión fue venderse como “mister security”, escudo fuerte y amurallado de la seguridad de Israel. Me lo dijo claramente en su despacho de Jerusalén hace algún tiempo. “Si nos golpean, nosotros tenemos que devolver el golpe multiplicado. No buscamos que los árabes, nos quieran, tienen que temernos”, fueron poco más o menos sus palabras.

En la estrecha Franja de Gaza, 42 kilómetros de largo y 10 o 15 de ancho, depende de las zonas, el Ejército israelí esta llevando a cabo, desde el día siguiente al ataque de Hamás, unas operaciones militares sin precedentes. Es la guerra, proclamó Netanyahu, pero incluso la guerra tiene ciertas normas e incluso la guerra debe hacerse dentro del derecho humanitario. Un principio que Israel quebranta todos los días de formas diferentes.

Las muertes y las destrucciones se acumulan, sin que los medios de comunicación internacionales puedan contarlo. El acceso a ese pedazo de tierra, llamado Gaza, está terminantemente prohibido a los corresponsales extranjeros. Algo profundamente intolerable. Como también es intolerable que sobre el terreno solo haya periodistas gazatíes y que hayan tenido que pagar un inasumible tributo de vidas. Hasta el momento en que escribo, unos 35 periodistas han sido asesinados mientras ejercían su trabajo. Un numero superior al causado por todas las guerras que ha habido en el mundo desde los años 50 del siglo pasado. El doble de los que han muerto en Ucrania, en veinte meses de guerra. Y solo se trata de un balance provisional.

Cuando se dan las cifras de nueve mil civiles muertos, tres mil de ellos niños, los portavoces israelíes manifiestan su desconfianza diciendo que esos números no son veraces porque la fuente que los da es del ministerio de Salud, controlado por Hamás. Si dejaran entrar periodistas de la prensa internacional con ojos imparciales podíamos tener testigos de cifras más objetivas, a pesar de todo lo que nos llega es desolación y muertes que nos recuerdan los versículos del profeta Nahún cuando escribe: “¡Ay de la ciudad sanguinaria y traidora, repleta de rapiñas, insaciable de despojos! Escuchad: látigos, estrépito de ruedas, carros de asalto, llamear de espadas, relampagueo de lanzas, masas de cadáveres, cadáveres sin fin, se tropieza en cadáveres”. El profeta describe con metáforas y palabras de otros tiempos lo que está ocurriendo en esta guerra de Israel contra Hamás. Una guerra con armas ultramodernas y métodos medievales. Durante muchos días, a Gaza la tuvieron asediada por mar, tierra y aire. No dejaban que entrara agua, ni alimentos, ni medicinas, ni generadores eléctricos. Desde el cielo caía un diluvio de bombas que producían un sin número de muertos cuya cifra iremos conociendo cuando termine el conflicto y se levante el bloqueo impuesto por Israel y se vea lo que todavía ocultan los escombros. Los reporteros que estaban sobre el terreno al comenzar los ataques tuvieron que huir a zonas más seguras, provocando según la organización de Periodistas Sin Fronteras un “gran silencio mediático”. Otro aspecto del cloroformo informativo impuesto por Israel es la destrucción de las redacciones de una cincuentena de medios, según denuncia el sindicato palestino de prensa. Esta practica de ocultación de la realidad de lo que ocurre en Gaza, ahora muy evidente, siempre estuvo presente en los diseños de Israel. En el 2021, en una anterior campaña militar, los despachos de la televisión catarí Al-Yazira (Isla Verde) y los de la agencia norteamericana Associated Press, situados en un edificio de 12 plantas, fueron destruidos por el bombardeo del inmueble después de ser evacuado precipitadamente. Entonces como ahora, el ejército israelí justificó el ataque argumentando que en ese edificio se ocultaban miembros del ala militar de Hamás.

Hace tres días mientras los tanques judíos circulaban por los laberintos de la Franja y arreciaban los combates cuerpo a cuerpo entre milicianos de Hamás y los soldados del ejercito israelí, Egipto, con el consentimiento del gobierno de Jerusalén, abría el paso fronterizo de Rafah, permitiendo la entrada de algunos camiones de ayuda humanitaria y la salida de extranjeros de varios países y de gazatíes heridos. Un pequeño gesto, pero de momento Netanyahu anuncia que la guerra será dura y larga. Y todo indica que las matanzas seguirán sin que haya periodistas extranjeros que las cuenten.

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