Opinión

Las devastadoras huellas del terremoto

Las palabras se quedan cortas al describir la destructiva desolación causada por los dos terremotos consecutivos que azotaron la zona sur de Turquía y la parte norte de Siria. El seísmo derribó miles de edificios en la provincia turca de Gaziantep y en la Siria de Alepo. Fue todo de repente, sin avisos previos como suele ocurrir en estos casos, a una hora dominada por el opaco silencio del sueño. Se acostaron sin saber que un brutal temblor de tierra; a unos, les llevaría a la muerte; a otros, a quedar prisioneros entre los escombros de sus propias casas y al resto escapando sin destino a donde ir, ni refugio donde quedarse. Miles de personas, familias enteras, subieron a coches para recorrer carreteras inciertas para salvarse. Fue un primer momento de pánico. La mayoría supero el miedo y a pesar de las heladas temperaturas de hielo, nieve y lluvia se entregaron desesperadamente a retirar los escombros para salvar a los enterrados con vida. Las imágenes de la destrucción y del caos sin esperanza corrieron por las redes sociales. Los videos saltaban de un pueblo a otros, de una frontera a otra frontera, a medida que avanzaba el día, la claridad iba mostrando las dimensiones de la tragedia, Al principio se daban cifras de muertos, unas cifras de centenares de muertos, muy lejos de realidad, a medida que pasaban las horas, el número de muertos se iba multiplicando. Lo mismo ocurría en Siria. A primera hora del lunes, en la zona que controla el gobierno de Damasco, el ministerio de sanidad dijo que había 284 muertos y 2.320 heridos. En la geografía controlada por los rebeldes, elevan la cifra de muertos a 147. Nada que ver con la realidad que multiplica varias veces esta cifra.

El epicentro del terremoto se sitúa en el distrito turco de Pazarcik, entre la ciudad turca de Gaziantep y la siria de Kahramanmaras, a unos 60 kilómetros, una de la otra en línea recta.

Este terremoto es el más potente de los ocurridos en Turquía desde el que tuvo lugar en 1999 y que causó 32.000 muertos, aunque esta estimación es prematura a la espera de las cifras finales.

Desde el primer momento, el presidente Erdogan apareció en los medios de comunicación, estimulando los trabajos para paliar el desastre y superar la desventura. A través de Twitter, escribió: “Los equipos de búsqueda y salvamento están en marcha. Esperemos superar juntos esta catástrofe lo más rápidamente posible y con el menor desgaste.” Las cifras de muertos y desaparecidos varían mucho según las fuentes. Los alcaldes y gobernadores de provincias y ciudades pequeñas ofrecen números muy diferente. Los miles superan la docena. Una explosión y un incendio se produjeron en el gaseoducto de la villa de Topbonazi, en la región de Hatay. En toda la zona sísmica las autoridades ordenaron el corte del suministro de gas para evitar explosiones y fuegos.

Según el observatorio Kandilli de la universidad del Bósforo (Estambul) la magnitud del Terremoto fue de 7’7 y el Servicio geológico de los Estados Unidos, lo elevó al 7’8. En un comunicado de Kandilli afirman que en los últimos 100 años hubo en Turquía más de sesenta sismos de una magnitud superior a 6, una cifra que se puede calificar de fuerte y con capacidad de destrucción en un área de 150 kilómetros a la redonda. Según ese instituto universitario: “Turquía está atravesada por dos grandes fallas: la del norte de Anatolia y la del este de Anatolia. A lo largo de la cual se produjo el terremoto del pasado día seis. Es un punto donde confluyen, por el oeste, la placa de Anatolia; por el este, la placa arábiga; por el norte la placa euroasiática, y, por el suroeste, la africana.” La Anatolia, por su parte, es expulsada hacia el oeste por el movimiento de las fallas mencionadas. Todos estos movimientos generan tensiones geológicas en las fallas que desembocan en terremotos, de mayor o menor envergadura.

Los geólogos dan estas y otras explicaciones científicas, pero nosotros solo vemos el rostro dramático de las tragedias, el sonido desesperado de quienes desde el fondo de los escombros gritan por un auxilio imposible o los asombrados ojos de los niños que son rescatados después de horas confusas en las fronteras de la muerte. Son muchas las personas que deambulan por las calles a las que el miedo les impide volver a sus casas por temor a que se derrumben. La pesadilla de la muerte está en todas partes.

La solidaridad internacional se volcó con Turquía desde el primer momento, con Siria ,y, en menor medida solo lo hacen los tradicionales aliados de Bachar El Asad en la guerra civil que desangra al país desde hace 11 años. Entre los sostenedores del régimen de Damasco está Rusia, los Emiratos Árabes Unidos y Argelia, Turquía también es aliada de El Assad, pero en las actuales circunstancias no puede prestar demasiado apoyo, bastante tiene con lo suyo. El gobierno sirio mantiene el bloqueo a las zonas rebeldes del Idlib y a la histórica ciudad de Alepo, donde los edificios de la parte vieja se derrumbaron.

Viendo los movimientos de la ayuda internacional que llega a los dos países afectados podemos calibrar el estado de las políticas internacionales de la solidaridad.

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