Opinión

La guerra que ha cambiado el mundo

La intensidad de los combates que se han librado en la guerra de Ucrania. a lo largo del último año, ha dejado clara la necesidad de municiones. Los unánimes y frenéticos disparos de misiles y balas de todos los calibres han vaciado los arsenales y han revelado la necesidad de producir balas de todas las gamas y tamaños. Los aliados de Kiev proclaman y urgen la necesidad de acelerar la entrega de armas al ejército ucranio.

Rusia también habla de la necesidad de municiones, pero en tono más bajo porque de reconocerlo conllevaría renunciar al supuesto papel de segunda potencia mundial. Putin, desde que decreto la invasión ha negado y falsificado la realidad en los frentes porque la realidad no se ajustaba a los esquemas que había diseñado. A pesar del deterioro económico causado por las nueve olas de sanciones impuestas, se pavonea que han tenido más efectos perversos en las economías europeas que en la rusa. Es cierto que la economía europea está sufriendo un serio deterioro y es evidente que su competitividad ha bajado. La guerra ha obligado a los europeos a repensar sus aprovisionamientos energéticos imponiendo nuevas fuentes de suministros, pero la economía rusa también ha perdido vigor al perder un 2%.

La gran revelación de esta guerra, según la mayoría de los analistas, ha sido la de poner en relieve el coraje del pueblo ucranio y el valor combativo de sus soldades. En los últimos doce meses hemos visto las interminables caravanas de dolor de los ciudadanos. Los refugiados han ido de un lado a otros en un constante vagabundeo de dolor y miedo. Al principio nos daban las cifras que iban saltando de cientos a millares, después a millones y ahora, nadie se atreve a dar cifras porque unos marchan y otros regresan en una rotación de pesadilla. Parece que la cifra más aproximada de refugiados y desplazados se eleva a los 12 millones. Hemos visto mujeres llorosas con sus hijos y sus perros, personas en sillas de ruedas, niños abrazados a sus peluches, esposas que besan a sus maridos con la desesperación de la última vez. Escenas terribles. Al pasar la frontera de Polonia, un territorio libre de guerra, muchos no saben que dirección tomar en su huida. Hablan de Francia, de Italia, de España e incluso de Grecia. Ir lejos hacia el oeste, llegar a un lugar donde Putin no pueda enviar sus bombas. Por los caminos que le llevaban de albergue en albergue o de gimnasio en gimnasio reconvertidos en hoteles provisionales. Se seguían preguntaban cuál sería el final de un viaje tan incierto. Repasan los viejos apuntes buscando los países donde puedan tener algún contacto. Madrid, dice una, y otra señora responde: “Yo también quisiera ir a Madrid. Dicen que el aire de Madrid es bueno para el asma.”.

Viendo estas tragedias tan variadas, recuerdo lo que escribió Albert Camus: “Las grandes tragedias de la historia frecuentemente nos fascinan por sus rostros horribles, con frecuencia nos quedamos paralizados ante ellas, sin poder decidir nada, ni esperar nada.”.

La tragedia de tantas historias es el color de las noches sin sueño en los diversos campamentos del recorrido.

En un paisaje tan atroz de sangre y refugiados ha sobresalido el comportamiento carismático de un líder insospechado. No hace falta que escriba su nombre, usted lector ya sabe que me refiero a Volodymyr Zelensky. Desde su palacio de Kiev, el presidente de Ucrania galvaniza a su pueblo con unos discursos cargados de esperanza y realismo. Ha pronunciado discursos convincentes ante los más importantes parlamentos del mundo. Este hombre no para de hablar, ni de convencer. Su imagen se ha proyectado con fuerza en todo el mundo, él que había sido payaso de profesión se ha convertido en un héroe incontestable. De comediante poco valorado se ha trasmutado en heroico general de guerra. Por la noche, no puede concebir un sueño tranquilo, ni charlar de forma reposada con su mujer Olena, ni con sus hijos Oleksandra y Cirilo, de 17 y 9 años. Sabe que cada día y cada noche mueren docenas de soldados en el frente del Este, no le consuela que las bajas de soldados rusos sean todavía mayores. Para ocupar el insomnio, durante la noche intercambia mensajes con sus generales situados en los bunkers de gran parte de la geografía del país. Zelensky representa los valores que encarnan la razón de ser de Europa, los confiesa en una voz cavernosa que parece llegar desde la lejanía de reino de los muertos. Al principio de la guerra, varios países, entre ellos, los Estados Unidos, le ofrecieron asilo. A este ofrecimiento respondía siempre los mismo: “Yo necesito armas, no un taxi que me lleve lejos.”

Cuando Putin le acusa de nacismo, no responde acudiendo a su identidad judía, se limita a recordar su historia. Los tres hermanos de su abuelo murieron en el Holocausto. Sus oponentes nunca han utilizado el origen judío de Zelenski para atacarle. No tendría efecto. Ucrania siempre ha sido la menos antisemita de las 15 ex republicas de la antigua Unión Soviética.

Al cabo de un año de la invasión de Ucrania por Rusia, el presidente norteamericano Joe Biden se trasladó a la capital ucraniana para hacer visible el apoyo de los Estados Unidos a la guerra de resistencia que libra el país. En Kiev el presidente Biden anunció una amplia ayuda en armamentos y dólares. En un principio, la preparación del viaje se programó con el máximo secreto y supuso una gran sorpresa para periodistas y politólogos. No cabe duda qué la presencia de un presidente norteamericano en un país en guerra, en la que no participan soldados americanos, suponía un cierto riesgo y mucho coraje. Tampoco convenía traspasar ciertas líneas rojas que pudieran provocar la ira de Putin. Para evitar que el viaje supusiera una línea roja, se lo informaron al Kremlin, diez horas en un tren desde la frontera polaca hasta Kiev son muchas horas de riesgo. En Polonia se vio con su homólogo Andrzej Duda y pronunció un discurso delante del palacio real de Varsovia alabando el apoyo occidental a Kiev, resaltando el apoyo clave de Polonia a la causa ucraniana. Los países de la Otan han demostrado con aportaciones de armas y otras ayudas su incondicional apoyo.

Ante estos movimientos, Putin se vio en la necesidad de responder. Lo tenía difícil, el papel de Rusia en el frente de guerra no ha sido brillante. En un resumen podemos decir que ha cosechado más fracasos que éxitos. En los frentes bélicos no estuvo a la altura de lo que se espera de una supuesta gran potencia. Su discurso ante la Duma, fue un apasionado discurso moral. Dibujando una caricatura de Occidente, al tiempo que acusaba a Ucrania de haber comenzado la guerra. Una falsedad evidente. A Occidente le acusa de haber destruido la familia por consentir el matrimonio entre personas del mismo sexo y facilitar la homosexualidad. Aludió a la iglesia ortodoxo como vertebradora del alma rusa. En cambio le parecen normales los bombardeos cotidianos sobre civiles y hospitales. Una aberración. El resumen de la situación después de un año de combates apunta a que la guerra será larga y a pesar de que Putin dice que Rusia es invencible, en este caso puede que no tenga razón. En sus discursos, de una manera u otra, deja entrever en su arsenal la amenaza de subir al escalón de la amenaza nuclear.

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