Opinión

Israel, en cólera, frena a Netanyahu

En las páginas de la Biblia podemos leer ardientes manifestaciones de cólera. Cólera de Yavé contra las veleidades de su pueblo y cólera del pueblo de Israel por los olvidos de su Dios. Una constante orgía de iras montaraces. En la última semana hemos visto a multitudes de israelíes poseídos por una ira incontenible gritando contra el gobierno de Bibi Netanyahu por sus anunciadas reformas contra la justicia y contra los principios más elementales de la democracia. Incontables multitudes de ciudadanos llenaron las calles de Tel Aviv, de Jerusalén, de Jericó e incluso la explanada de la Natividad en Belén. Pocas veces en la turbulenta historia de esa tierra, llamada Santa, hubo un griterío de rabia tan unánime. Tanto que obligaron al primer ministro Bibi Netanyahu a retrasar, al menos por un mes, la anunciada reforma, para calmar los ánimos. Al anunciar su decisión, dijo que lo hacía para evitar una guerra civil, ya que el país vivía una crisis sin precedentes por el anuncio de una ley que debilitaría al Tribunal Supremo, el popular Bugatz. Retiró el proyecto, pero no renunció al él, todo lo contrario, dijo que lo retomaría la próxima temporada parlamentaria, es decir, a finales del próximo mes de abril.

Al eliminar el control de la Corte Suprema sobre las decisiones de ejecutivos, la clásica división de poderes formulada por Montesquieu se rompe y con ella la democracia en sus principios básicos. El estado hebreo se convertiría en el Leviatán que formuló Thomas Hobbes (1588- 1679) si se hacen las profundas mutaciones anunciadas en el estado de Israel. En la mitología hebraica, Leviatán es el ser monstruoso con más poder de la creación, solo Yavé está por encima de Leviatán. Otros teóricos, en este caso, prefieren hablar de Behemoth. Otro monstruo descrito por el politólogo judío alemán, Leopold Neumann (1.900-1.954) y que se refiere a la estructura política autoritaria que quieren instaurar en Israel. Esta estructura de poder radical y sin límites no se plantea para rechazar a enemigos exteriores como pueden ser Hamas, Hezbollah y en general

Los países árabes. Esta estructura de poder se articula para combatir y neutralizar a los enemigos interiores como pueden ser los magistrados, los medios de comunicación, el colectivo LGTBI y los izquierdistas en general.

En el corazón de esta deriva iliberal están los cuatro miembros más fanáticos del gobierno más ultraderechista y ultranacionalista que ha tenido Israel a lo largo de su historia. El pasado diciembre, Benjamín Netanyahu, líder del ala derechista de Likud logró formar gobierno apoyado por los partidos religiosos Shas, por el Judaísmo Unificado de la Torah y por el partido Otzma Yehudit (Poder Judío). Los ministros más activos y beligerantes para el establecimiento de un estado iliberal, fuera de todos los controles judiciales son el ministro de Justicia, Levin; el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gyir y el de Finanzas, Bezalel smotrich el supremacista que justificó la acción punitiva de unos colonos que atacaron brutalmente a unos ciudadanos palestinos.

Estos tres ministros lanzaron el pasado cuatro de enero la idea de unos poderes omnímodos, sin controles judiciales desde los tribunales sobre el ejecutivo. Desde entonces empezaron las críticas que fueron in crescendo hasta hace tres días en que se produjo la gran explosión de manifestantes. La fronda de la rebelión se fue despertando en la sociedad, desde la oposición laica a las fuerzas armadas pasando por las tecnologías y los universitarios. Todos contra la ultraderecha fanática nacionalista.

La marea de la oposición que salió a manifestarse llenó calles y plazas. Todo Israel era un grito de protesta contra el autoritarismo desbocado del primer ministro. Desde la creación de Israel en 1.948, los religiosos siempre se opusieron a la instauración de un sistema judicial civil. Los dos grandes rabinos, el askenazi y el sefardí, han evitado asistir a la ceremonia de inauguración del año judicial en el Tribunal Supremo. El gran rabino askenazi, Isaac Herzog, abuelo del actual presidente de Israel, llegó a decir que la justicia civil era una traición catastrófica a la tradición judía. Desde la llegada de las Luces a la historia moderna judía, en Berlín, en la segunda mitad del siglo XVIII, en el seno de las comunidades judías hay una guerra de culturas: la liberal y laica, prooccidental y la halakhikha que coloca en el centro de la ley religiosa judía, la Hallakha. El profesor de la universidad de Tel Aviv, Menahin Mautner, escribió: “Estos días estamos asistiendo a un retorno espectacular de la guerra de las culturas, La Coste Suprema es el centro del combate porque representa el bastión de los valores liberales en Israel.”

Durante años, el partido de Benjamin Netanyahu, el Likud representó a una derecha conservadora, liberal y laica. Ahora, ya no. Se ha mimetizado con los radicales religiosos. Los ultrareligiosos quieren aplicar la ley religiosa judía, mientras que las fuerzas nacionalistas religiosas, dirigidas por los supremacistas judíos Itamar Ben Gvir y Belzabel Smotrich defienden la visión mesiánica del “Eretz Israel (Gran Israel) que defiende la anexión de todos los territorios palestinos y aplicar en ellos, la hallakha.

El único ministro que desde el principio manifestó sus discrepancias con la reforma que se preparaba para neutralizar la justicia fue el ministro de defensa, Yoav Galant que le manifestó a Netanyahu el malestar del Estado Mayor de la Defensa sobre la reforma judicial. El jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, dirigió una carta a todos los miembros de las fuerzas armadas en la que le decía que las dos grandes misiones del ejército son defender la seguridad de Israel y los valores de la democracia. Por el contrario, el ministro de Justicia, Yariv Lavin, ha manifestado que si Netanyahu no aprueba la reforma judicial supondrá la caída inmediata del gobierno y el descalabro del Likud. Malos augurios para los próximos meses en Israel. La confrontación está asegurada.

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