Opinión

Nueva rebelión de las mujeres en Irán

Las manifestaciones de las mujeres contra el régimen teocrático de los ayatolás en Irán han perdido la multitudinaria marea colorista de hace unos meses, pero han ganado testimonios individuales más efectivos y eficaces. No salen masivamente a las calles y plazas para gritar contra el asesinato de la joven Mahsa Amini por llevar mal puesto el velo que le debía cubrir el rostro. La represión del régimen fue de una violencia inaudita, como no se había visto desde que el imán Jomeini subió al poder destronando al Sha. Según las organizaciones de defensa de los derechos humanos, la policía de las costumbres, en su celosa lucha para mantener dentro de los límites ortodoxos la moral pública, dejó un balance de 527 víctimas civiles. Una barbaridad.

Actualmente, las manifestaciones en las calles son más raras. Apenas se convocan, pero cada vez son más numerosas las mujeres que deciden correr el riesgo de no llevar el velo. Es cierto que la policía de las costumbres no tiene una masiva presencia en las calles como antes, pero sigue vigilando desde una cierta distancia. Vigilan los coches que circulan y cuando ven una mujer al volante sin velo o con el velo mal colocado le envían un SMS advirtiéndoles que en caso de reincidencia será perseguida y castigada judicialmente. Algunos ciudadanos devotos del régimen también cooperan creando un clima de presión sobre las mujeres que se saltan las normas del islamismo chií sobre la obligación de llevar el velo. En ocasiones estas presiones se han cerrado con violencia fanática.

A principios del mes de febrero en Teherán tuvo lugar un hecho que ha recorrido ampliamente por todas las redes sociales y las sigue recorriendo todavía. La ingeniera de construcción, Zeinab Kazempour, subió al escenario de un teatro de la capital con el velo atado al cuello, miró al público con mirada desafiante y boca sonriente y dijo: “Yo no puedo reconocer a la Asamblea de ingenieros de la construcción porque me impiden ser candidata a su junta directiva por negarme a llevar el velo.

Este gesto considerado como audaz y provocador simboliza un nuevo método de lucha de las mujeres iraníes por sus derechos dentro de una sociedad patriarcal, intolerante y radicalmente machista. Lo peor es cuando las costumbres se convierten en dogmas teológicos, impuestos por clérigos fanáticos. Triste destino es ser mujer en Irán. A pesar de todo siguen resistiendo con el mismo slogan: “Mujer, Vida y Libertad”. Esta consigna formada por tres palabras aparece escrita en los muros de todas las ciudades del país, incluso en las más pequeñas. Al principio los vigilantes de la moral, las borraban, ahora ni se molestan porque saben que a las pocas horas aparecen de nuevo. Las mujeres y bastantes hombres han perdido el miedo, por eso piensan que lucha puede detenerse, pero es imposible que retroceda. La rebelión no ha fracasado, ni ha terminado. La rebelión de las mujeres está en fase de reconstrucción y análisis. Conviene analizar los errores y corregirlos en un nuevo impulso. El movimiento trata ahora de convertir la rebelión en un desafío colectivo en todos los círculos, especialmente en el de las familias para que sean el eje de la resistencia.

Las dirigentes de la resistencia están convencidas de que habrá una nueva oleada de manifestaciones y que será inminente. Las iraníes van a seguir con su vida cotidiana porque la vida es uno de los pilares en los que se apoya el movimiento.

La pésima situación económica que atraviesa el país ha excitado en las últimas semanas la cólera ciudadana que, sin duda, favorecerá la rebelión de las mujeres. El rial, la moneda iraní, no deja de caer y devaluarse en los mercados de manera vertiginosa. En los últimos diez días, el rial se cotizaba en el mercado negro un 25% menos de lo que ofrecía el cambio oficial.

Algunos economistas llegan a calificar de pánico el estado de ánimo de los ciudadanos viendo que la inflación de los precios en productos alimenticios subió un 60%.

Es frecuente escuchar en las puertas de los mercados, frases como esta: “Antes compraba 100 kilos de arroz y ahora solo compro cinco por el mismo precio”. “Cada día que pasa, los iraníes somos mas pobres” es otra de las frases más repetidas. Hay temor a que se avecine una ola de hambre. La población más joven piensa que Irán se encuentra en un periodo de calma, antes de la tempestad. Hay mucha rabia contenida en la población, especialmente en las mujeres que no se resignan a quedar marginadas en las cunetas de la historia. El movimiento feminista tomara de nuevo las calles con más ímpetu que en el pasado. Las líderes de la revuelta piensan que, en menos de dos años, las cosas van a cambiar radicalmente. Ahora el slogan “Mujer, Vida y Libertad” está cambiando por el de: “Pobreza, corrupción, vida cara, todo conducirá a una caída del régimen”.

Ante este análisis conviene decir que no todo va a ser tan fácil. La teología aliada con la política produce un cóctel brutal. Los ayatolás invocando el nombre de Dios, reprimirán sin compasión las veleidades revolucionarias. Actúan en el nombre de Dios y Dios nunca se equivoca porque es la verdad eterna.

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