Opinión

Los otros combatientes en la guerra

Soldados ucranianos en Bajmut.
photo_camera Soldados ucranianos en Bajmut.

Un conflicto tan amplio y brutal como la guerra de Ucrania, se desarrolla a varios niveles, no solo en los frentes de combate donde predominan las muertes y los disparos sino también en los salones alfombrados de la diplomacia donde se desarrolla un espectáculo de sombras porque todos saben que la verdadera pieza se juega en los teatros de operaciones militares como está ocurriendo en Bajmut desde hace varias semanas. 

En Bajmut, hombres y mujeres mueren por conquistar una ciudad, en otro tiempo bucólica y tranquila, y en la que hoy se combate calle a calle, edificio a edificio, puerta a puerta, no por su valor estratégico que no tiene demasiado, sino por su valor simbólico que cada día tiene más. 

Hoy simboliza la resistencia y el coraje de todo un pueblo. Por una parte el ejército privado y mercenario conocido por el nombre de grupo Wagner, encuadrado en las fuerzas de Putin, apuesta por conquistarla, mientras lo que queda del ejercito ucranio está empeñado en seguir defendiéndola. 

Hace varias semanas, Zelenski estaba dispuesto a retirar sus tropas, pero los que defienden Bajmut se empeñaron en resistir. Los precios en vidas de uno y otro bando suman decenas de miles. Cadáveres en todos los rincones y en el aire, olor a muerte. El tiempo pasaba y lo que comenzó siendo un gran símbolo, se convirtió en gran ilusión. La ilusión de la victoria, ambas partes saben que no es cierto, pero lo que era solo una idea se acaricia como realidad.

En este teatro planetario es difícil separar los hechos de las apariencias conociendo los límites de la verdad. En el terreno de la diplomacia hay también un juego de espejos, lejano de las realidades. El líder chino, Xi Jinping recién proclamado como mandarín absoluto del país por la Asamblea Nacional quiere jugar el papel de gran mediador para la paz con un plan de doce puntos, mientras los servicios de información y espionaje de los Estados Unidos aseguran que el gobierno chino está dispuesto a suministrar armas a Rusia. 

Por otra parte, el ministerio chino de Asuntos Exteriores ha manifestado que la amistad entre Pekín y Moscú es tan sólida como una roca. A pesar de todo, parece que el presidente francés Emmanuel Macron está dispuesto a apoyar la iniciativa china de los doce puntos para la paz. En el frente la artillería no da tregua y los muertos se entierran precipitadamente. En todas las cancillerías del mundo, la guerra de Ucrania es el eje de muchas preocupaciones. En toda esta agitación diplomática hay mucho de postureo. 

Para China es muy útil presentarse con la imagen de neutralidad y exhibir un plan de paz que habla de soberanía. Por su parte el presidente Zelenski se siente obligado a escuchar todos los planteamientos de mediación, incluso los que vienen de un país que confiesa tener una relación “sólida como una roca” con la potencia agresora.

Detrás de todos los movimientos tácticos, en los pueblos de ese país llamado Ucrania hay una guerra atroz con miles de muertos y que cada una de las partes beligerantes espera ganar. Espera ganar Rusia porque Vladimir Putin no supo o no quiso reconocer los fracasos derivados del primer año de su “operación especial militar” optó por mantener a su país en el mundo paralelo que ha ido construyendo. La espera ganar Ucrania después de haber sacrificado tanto, haber perdido tanto y haber conseguido lo inimaginable en un año desbordante de voluntad y coraje. En el momento actual los ucranios ven la posibilidad de seguir la lucha para lograr la victoria, sin renunciar a la paz si se presenta una ocasión real. Es la apuesta por sobrevivir en el conflicto existencial en el que están inmersos.

A lo largo del último año, hemos visto en el corazón de la guerra como los opositores a Vladimir Putin trataban de presentar la idea, ilustrada con algunos ejemplos, de que había también una lucha armada de rusos disidentes contra Putin. En Kiev vive y conspira el jefe político de este movimiento, Ilia Ponomarev, un antiguo diputado de 47 años cuyo objetivo es destruir el imperio ruso y matar a Putin. A su lado trabaja con los mismos objetivos el abogado, Alesey Braranowski cuyo sueño más plástico es ver el Kremlin en llamas y para lograrlo tratan de poner en pie un pequeño ejército para combatir en una guerra de guerrillas en territorio ruso. En principio, un sueño demasiado delirante, más que una posible realidad.

Ilia Ponomarev, fue diputado de la Duma rusa desde 2007 a 2016. Cuando se votó en la Duma, el año 2014, la anexión de Crimea, fue el único diputado que votó en contra. Las presiones y ataques que sufrió fueron tales que se vio obligado a marchar a los Estados Unidos en donde le siguió la persecución. Se trasladó a Ucrania y poco después de la invasión de Rusia, Ponomarev, apareció como portavoz del llamado “ejército republicano nacional” atribuyéndole acciones militares nunca comprobadas. La más espectacular fue reclamar la autoría del asesinato, en la región de Moscú, de Daria Douguina, hija del activista ultranacionalista, amigo de Putin, Alexandre Douguine.

Ilia Ponomarev se sitúa en el espectro ideológico del centro izquierda, no fundó un nuevo partido político como instrumento de su activismo, su objetivo es reunir un grupo de combatientes, lo más numeroso posible, para enviarlos a luchar en territorio ruso como guerrilleros. Trató de articular en su proyecto al grupo del encarcelado Navalni, pero Navalni ha elegido la vía pacífica para derrocar a Putin.

La endeble legitimidad de Ponomarev, le viene de haber sido elegido como jefe político de la legión “Libertad para Rusia” fundada en marzo del 2022 y encuadrada en el ejército de Zelenski, la legión la integran soldados rusos que viven en Ucrania y desertores del ejército ruso. Un total de 1.000 combatientes. Cada vez son más los soldados que se incorporan a la guerra y operan en territorios rusos fronterizos, digamos que de forma heterodoxa.

Te puede interesar